Trabajar con joveznos es lo que tiene. Hace un par de años me tocó lidiar con uno –alumno, para más señas- que cuando se reunió conmigo para planificar su trabajo de fin de grado encajó al menos un “emplán” en cada frase que pronunció. Llegó a preguntarme si tenía que presentar los datos “emplán gráfica o emplán tabla”. Le respondí que, para empezar, “los trabajase emplán análisis de la varianza de dos factores con interacción y luego si eso yatal”. Creo que me entendió, porque a partir de ese momento le costó articular frases con cierto sentido tratando de omitir el neologismo de marras.

Sirva la anécdota para ilustrar ese fenómeno que consiste en la extensión de formas lingüísticas nuevas, o formas antiguas con usos nuevos, entre los hablantes, sobre todo entre hablantes jóvenes. El sintagma “en plan” ya se utilizaba con cierta frecuencia, pero últimamente su uso ha aumentado tanto que se ha convertido en un comodín. Confieso que no me gusta.

Otra de las novedades que han llegado a mis oídos últimamente es la forma “biende”. “Biende” está construida como “finde”, con la diferencia de que “bien-de” no procede (que yo sepa) de un sintagma nominal equivalente al “fin-de semana”. “Biende” es un neologismo que denota abundancia; se utiliza cuando se quiere decir que hay mucho de algo, o muchos ejemplares. “Había biende peña”, “hay biende comida” y similares son las expresiones que he oído. “Biende” tampoco me gusta, me parece tan hortera como “finde”.

La que sí me ha gustado es la locución “comerse una increpada”. Significa “llevarse una bronca”. Nótese que “increpada” es un sustantivo derivado del verbo increpar. La derivación ha seguido la misma vía que “jamada” de jamar, “salida” de salir, “meada” de mear, u otras similares. Quien la creó podía haber recurrido a increpación, pero la gracia está, precisamente, en que evitó la forma conocida y recurrió a una inexistente pero siguiendo un modelo de derivación común. ¡Brillante! Me dice un amigo lingüista que esa construcción se llama “nombre deverbal” cuando es de alguna manera inesperada. Y está claro que esta lo es, porque quienes la usan difícilmente utilizarán el verbo increpar y, por el otro, porque ya existe “increpación”. La pena es que “comerse una increpada” se oye muchísimo menos que las dos anteriores.

Sea como fuere, estas cosas me reafirman en que la lengua es algo maravilloso.