Las elecciones autonómicas del próximo domingo serán diferentes. Hasta ahora, y si prescindimos de los años inmediatamente posteriores a la escisión de EA (hace casi cuatro décadas), nadie había dudado de la victoria de EAJ-PNV en unas elecciones al Parlamento Vasco. Pero como ya adelantase el 31 de julio del año pasado, por primera vez nos encontramos en un escenario en el que la alternancia política es una posibilidad real en la Comunidad Autónoma Vasca.

Eso, al menos, es lo que dicen las encuestas. Lo vienen anunciando desde hace meses, y todas las publicadas la semana pasada refrendaron que EHBildu podría superar a EAJ-PNV también en número de votos.

Como bien saben quienes me leen, para hablar de elecciones me gusta fijarme en los votos o, por ser más preciso, en los porcentajes que representan los votos que recibe cada formación con respecto al total electoral, no solo al total de quienes acaban votando[1]. Neutralizo así los efectos de la participación, que puede variar mucho entre convocatorias. En esta ocasión esa cautela es especialmente útil, porque las autonómicas del 2020 se vieron afectadas por la pandemia y la participación fue especialmente baja; además, no afectó en igual medida a unas opciones y a otras.

Obrando de ese modo, y a la vista de lo que indican las encuestas, me da la impresión de que la derecha –PP y Vox– perderá apoyo, confirmándose así una tendencia ya prolongada. En 2016 el 7% del total del censo dio su apoyo a las candidaturas de PP y C’s. En las dos últimas elecciones a Juntas Generales, sin embargo, la suma de votos de PP y Vox ha sido del 6% o algo inferior. Dudo que ahora esa suma sea mayor.

La izquierda a la izquierda del PSE (¡no sé muy bien cómo llamarla!) decidió hace unos meses autoinmolarse, lo que seguramente la condene a la irrelevancia. Ya venía perdiendo fuelle desde sus máximos en las generales de 2015 y 2016. En las autonómicas de 2016 obtuvieron cerca del 9% del censo electoral (¡habían obtenido el doble en las generales!). Desde entonces no han dejado de bajar; al 6,5% en las forales de 2019 y al 3,9% en las del año pasado. Sospecho que los votos que obtengan el domingo Sumar y Podemos –en conjunto– superarán ligeramente, como mucho, el 3% del censo. Pero su guerra es otra, no es la autonómica, es una guerra fratricida. Se están midiendo y, en esa comparación, se están devorando mutuamente.

En las autonómicas del 2016, las candidaturas del PSE obtuvieron el respaldo de un 7% del electorado potencial, un resultado bastante pobre, debido a la pujanza de Podemos aquel año. Pero después ha ido recuperando fuelle: 11% en las forales de 2019 y 9% en las de 2023. Es previsible que en esta ocasión se mueva en ese entorno, aunque la pugna final pueda elevar algo ese porcentaje.

En su contra puede jugar la contradicción implícita en el eslogan elegido: “Vota a quien decide”. Porque ese eslogan es contradictorio con el compromiso de no hacer lehendakari al candidato de EHBildu. Si, efectivamente, la decisión es firme, es ocioso insistir en la capacidad decisoria. El eslogan cobraría sentido si la posibilidad de optar por Pello Otxandiano, en vez de Imanol Pradales, se mantuviese abierta, como ha sugerido el mismísimo Rodríguez Zapatero. La clave puede estar en la incertidumbre con relación a la duración de la legislatura en Madrid, un asunto al que me referirá más adelante.

A favor del PSE podría jugar el hecho de que haya potenciales votantes de izquierda que se movilicen para evitar un gobierno de EHBildu, máxime aquellos para quienes resulta intolerable la forma en que el candidato a lehendakari de la coalición se manifiesta cuando le preguntan por ETA. La columna de Josu Elespe en El País, este domingo, expresa bien a las claras ese estado de ánimo.

De EHBildu se dice que surfea una ola ascendente. No es mala metáfora. También se dice que ha pasado a ser una fuerza ‘atrapalotodo’, esto es, que se nutre de votos de diferentes fuentes y, también, de la abstención. En las autonómicas de 2016 un 12,6% de electores potenciales le dieron su apoyo. Habían obtenido un 15,65% en 2012, pero bajaron debido al ‘efecto succión’ de Podemos. Se recuperaron (15,5%) en las forales de 2019, y en las del 2023 llegaron al 16,2% (en las de 2011 había alcanzado un 18%).

Si las encuestas aciertan, el domingo obtendrán el apoyo del 22% del electorado potencial o algo más, lo que significa una subida muy grande, sea cual sea la referencia con la que se compara. Casi uno de cada cuatro electores y electoras vascas les darían su voto. Creo que la bajada de la izquierda de ámbito estatal, autoinmolación incluida, no explica un trasvase tan grande de votos.

Aunque no cabe descartar un cierto movimiento de antiguos electores de EAJ-PNV, diría que la principal fuente de esos sufragios, aparte de nuevos electores, hay que buscarla en nichos abstencionistas que, ante la posibilidad de un cambio de tornas, se han decidido a acudir a las urnas para hacerlo real.

A favor de EHBildu juega el deseo de cambio de una parte importante del electorado. El lema de la coalición refleja ese propósito: Erabaki Aldaketa (Decide Cambio). Casi la mitad de los menores de 45 años votarán a la coalición; se dice pronto.

En contra juegan dos factores. Uno es la ambigüedad o confusión con la que Pello Otxandiano se refiere a ETA y a los años del plomo; podríamos pensar que este es un factor amortizado, pero en la última semana de campaña está cobrando vida, y quizás movilice en su contra a una parte del electorado. El otro es la incógnita que introduce su falta de experiencia en tareas de gobierno de grandes instituciones.

Como he dejado apuntado antes, no creo que los nuevos votos de EHBildu vengan de EAJ-PNV en una medida significativa y, si no me equivoco, los datos de EITB Focus avalan esta interpretación. Entre otras cosas, porque EAJ-PNV, si las encuestas aciertan, también obtendría algo más de un 21% del apoyo del electorado, cuando en las autonómicas de 2016 había obtenido un 22,3% y porcentajes variables en las sucesivas elecciones forales: 21% en 2015, 25% en 2019 y 19,4 % en 2023 (ese descenso, entre 2019 y 2023, me atrevo a atribuirlo, en gran medida, a los efectos de la pandemia). EAJ-PNV no estaría, por tanto, tan lejos de sus mejores resultados en la pasada década.

En contra de EAJ-PNV juega el cansancio de una parte del electorado y el cabreo acumulado desde la pandemia con el funcionamiento de algunos servicios públicos, singularmente Osakidetza. Nuestro servicio de salud sigue estando bien valorado; es, seguramente, de los que mejores prestaciones acredita en el conjunto del Estado, pero no es el que era. Nos hacemos mayores; necesitamos más atención sanitaria, pero no siempre esa atención está a la altura de donde llegó a estar. Y de nada sirve que nos digan que las esperas para intervenciones son, en promedio, de dos meses, cuando muchos, quizás la mayoría, comprobamos que tenemos que esperar más tiempo.

A favor de EAJ-PNV juega la potencia electoral de un aparato y una comunidad política que sigue siendo, de hecho, más que un partido. También juega a favor el recelo de una parte del electorado ante un posible cambio que no sabemos a dónde nos conduciría.

Imanol Pradales insiste, por ello, en que se trata de optar entre dos modelos. El mensaje es claro y, seguramente, trata de captar votantes satisfechos con el status quo pero que pueden estar tentados de no ir a votar. Lo que no sé es si ese planteamiento es suficiente y no debería, además, introducir más elementos de ilusión en su mensaje.

Hay varios factores que introducen altas dosis de incertidumbre con respecto a los resultados del próximo domingo.

Uno es que hay, al menos, un 20% de indecisos, personas que irán a votar pero no han decidido a quién le darán su voto. Son muchos, demasiados como para hacer apuestas fuertes. La mitad de los indecisos dudan entre EAJ-PNV y EHBildu, un 15% entre PSE y EAJ-PNV, y un 8% entre Elkarrekin Podemos y EHBildu.

Otro es el de la bolsa de abstencionistas, que no debe confundirse con los indecisos. Los sondeos han arrojado previsiones de participación en torno a un 60%, aunque algunas han sido más altas. La incógnita con relación al resultado de estos comicios puede animar a la gente a votar. Cuando hay pulsión de cambio y el resultado se prevé igualado, lo normal es que suba la participación.

Al parecer, el voto por correo ha aumentado un 10% con relación a las autonómicas de 2016, cuando un 60% de personas censadas fueron a votar. Si ese porcentaje, o uno similar, afectase al total del voto, se alcanzaría, probablemente, una participación de alrededor de un 65%, un valor claramente más alto que el que anticipan la mayoría de sondeos. [Párrafo añadido el miércoles 17 de abril].

Tengo la impresión de que los sondeos de la pasada semana reflejaron un aumento del apoyo a EHBildu proveniente de esa bolsa de abstencionistas animados por una posibilidad real de cambio. No descartaría que otras bolsas de abstencionistas afloren ahora como reacción a esa posibilidad de alternancia, precisamente. Pero esto es algo acerca de lo que solo cabe especular.

Sobre el efecto sobre los resultados finales de los indecisos y los abstencionistas, los gráficos 5, 7, y 9 del informe para EITB Focus son muy ilustrativos y pueden ayudar a entender la incertidumbre y, quizás, a despejar parte de ella.

Y el tercer elemento de incertidumbre es la valoración ciudadana de la gestión del gobierno presidido por el lehendakari Urkullu. Según el sondeo de Ikerfel para los diarios de Vocento, un 80% de la población la valora positivamente. Si este porcentaje refleja la realidad, es difícil compaginar el dato con una pulsión de cambio como la que detectan las encuestas. Difícil, pero no imposible. Podemos estar satisfechos con algo y, sin embargo, pensar que otros pueden hacer mejor lo que unos no acaban de hacer tan bien.

En las líneas anteriores he especulado acerca del apoyo que podrán recibir las candidaturas el próximo domingo. Casi nada he dicho sobre el gobierno que surgirá de las urnas.

Sabemos que el próximo lehendakari será hombre; esto no es novedad.

Además, creo que, por primera vez en la historia, será doctor, tendrá la cualificación académica más alta. Esto no solo es novedad, sino que es importante, bueno y revelador.

Supongo, por otro lado, que será Imanol Pradales, incluso si las elecciones las llegase a ganar EHBildu.

Estamos bastante seguros de que el gobierno será de coalición, como casi todos los que ha habido en nuestra comunidad.

Lo que no sabemos es si el apoyo del PSE perdurará durante toda la legislatura. La continuidad de Pedro Sánchez en la Moncloa pueden estar en el aire dependiendo de los resultados electorales en Catalunya. Y, en tal caso, no es posible anticipar cuál será el curso de actuación de su partido en Euskadi.

El próximo domingo, si circunstancias improbables no lo impiden, estaré en RNE de 19:45h a 23:00h valorando los resultados de las elecciones. Hasta entonces, pasen ustedes una bonita semana preelectoral.


[1] Este proceder carece de sentido si queremos comparar, en unas mismas elecciones, los resultados de unas candidaturas con otras, pero puede ser importante si se desea analizar tendencias. No es lo mismo sacar un 25% de los votos emitidos cuando estos representan un 50% del censo, que cuando representan un 60%. En el primer caso, estamos hablando de un 12,5% del censo y en el segundo, de un 15%.