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Lo que por encima de todo me impresiona, en esos maestros y conocedores de lo invisible, es que, cuando escriben para contarnos o sugerirnos sus misterios, todos escriben mal. Ofende a mi inteligencia que un hombre sea capaz de dominar al Diablo y no sea capaz de dominar la lengua portuguesa. ¿Por qué ha de ser más fácil el trato con los demonios que el trato con la gramática? Aquel que tras largos ejercicios de atención y voluntad, consigue, según él, tener visiones astrales, ¿por qué no puede, con menor dispendio de una y otra cosa, tener una visión de la sintaxis? ¿Qué hay en el dogma y en los rituales de la Alta Magia que impida a alguien escribir, no digo ya con claridad, pues puede ser que la oscuridad esté en la ley oculta, pero al menos con elegancia y fluidez, pues hasta en lo más abstruso puede haberlas? ¿Por qué se ha de gastar toda la energía del alma en el estudio del lenguaje de los Dioses, y no ha de sobrar una pequeñísima parte para estudiar el color y el ritmo del lenguaje de los hombres?

Fernando Pessoa (Libro del desasosiego, edición de Richard Zenith, traducción de Perfecto E, Cuadrado, pg. 268. Acantilado)