Conjeturas


Política

Enseñanzas de medio siglo electoral en España

2023-08-10 2 Comentarios

Termino, o eso creo, con esta anotación las reflexiones que me han suscitado los resultados de las últimas elecciones. Para empezar, un breve resumen:

(1) En España ha cambiado poco el apoyo que han recibido las dos grandes familias ideológicas durante el casi medio siglo transcurrido desde la Transición.

(2) Las familias ideológicas son relativamente estancas; se producen trasvases de votos en su interior; escasamente entre ellas.

(3) La abstención afecta más a la Izquierda que a la Derecha.

Las anteriores son las conclusiones –quizás triviales, por archisabidas– a las que he llegado tras analizar con detalle la variación en los resultados electorales desde las elecciones de 1977 hasta las de julio de 2023. Como suelo hacer, he calculado el porcentaje de voto obtenido por cada opción electoral con respecto al censo, porque creo que ese porcentaje es el que mejor refleja el apoyo real que otorga el electorado.

Para poder extraer conclusiones generales –que es lo que yo quería–, he debido asignar a cada familia ideológica las candidaturas que se han presentado durante todos estos años. Asumo que algunas de mis decisiones han sido arbitrarias pero, al menos, he actuado con la misma arbitrariedad en todos los casos. La única candidatura que no he asignado a un bloque de entre las que han obtenido un número grande (centenares de miles) de votos en convocatorias sucesivas ha sido la del PACMA.

He considerado la existencia de cinco grandes familias, el bloque de Izquierda, con sus dos grandes familias –Socialistas e Izquierda2 (léase izquierda al cuadrado)–, el de Derecha, también con sus dos grandes familias –Conservadores y Derecha2 (léase derecha al cuadrado)–, y los Periféricos. Vale, ya sé que este no es un bloque ni una familia, pero a los efectos de lo que me interesa, me sirve.

He asignado a la familia conservadora los partidos UCD, CDS, UPyD y C’s. Con independencia de cómo se hubiesen presentado ante el electorado, creo que la trayectoria de sus dirigentes tras la desaparición de las siglas del mapa político avala esa decisión. El resto de asignaciones ha sido más clara, aunque en algunos casos, he incluido en Izquierda2 a formaciones que dependiendo de las circunstancias han funcionado más como periféricos; un ejemplo podría ser la Chunta Aragonesista. El número de votos obtenido por esos partidos de asignación dudosa es pequeño y no influye en la valoración general.

El panorama, visto con la distancia que da casi medio siglo de elecciones, parece bastante estable. La Izquierda ha obtenido, en promedio, un 33,00 % (s: 4,32 %); la Derecha, un 29,85 % (s: 2,42 %); y los Periféricos, un 6,23 % (s: 0,98 %) (s es la desviación estándar, un estadístico de dispersión). Pero aunque haya variado poco, merece la pena apuntar algunos datos.

Variación, desde junio de 1977 a julio de 2023, del apoyo cosechado por tres grandes grupos de partidos. La variable del eje de abscisas (horizontal) son los meses transcurridos desde enero de 1977. En el eje de ordenadas (vertical) se representa la fracción (en tantos por uno) del censo que ha votado a cada una de las grandes opciones. Para obtener porcentajes basta con multiplicar por 100.

La Izquierda tuvo mejores resultados en el siglo XX (35,66 %; s: 3,94 %) que en el XXI (30,94 %; s: 3,53 %), mientras que la Derecha los tenía peores en el XX (28,69 %; s: 2,89 %) que en el XXI (30,77 %; s: 1,61 %), aunque lo más probable es que esas diferencias no sean estadísticamente significativas. Por otro lado, los partidos periféricos obtenían un 6,47 % del voto en el siglo XX y un 6,04 % en el XXI. Vistos los datos en conjunto, parece que Izquierda y Derecha han tendido a igualarse con el tiempo. Por último, el voto a la Derecha es más estable (varía menos) que el voto a la Izquierda o a los Periféricos.

En el eje de abscisas (horizontal) se representa la fracción de voto obtenido por la Izquierda; en el de ordenadas (vertical), la abstención. Se ofrecen los datos de coeficiente de correlación (r) y de determinación (r2).

Porque –y aquí viene otra conclusión importante– hay una fuerte correlación negativa (r2 = 0,66) entre el nivel de abstención y el voto a la Izquierda, lo que significa que los cambios en la participación electoral dan cuenta de dos terceras partes de la variación en el apoyo que recibe aquella. En otras palabras, cuando el electorado de izquierda no vota a alguna de sus opciones, tiende a abstenerse más que a cambiar de bloque. Sus resultados dependen en gran medida del grado de movilización de su clientela electoral. Eso explica también que, como he dicho antes, sean proporcionalmente más variables que los de la Derecha, porque la abstención varía mucho (28 % de media y 4,4 % de desviación estándar) entre convocatorias. Es, de hecho, la magnitud que más cambia de unas convocatorias a otras.

En el eje de abscisas (horizontal) se representa fracción de voto obtenido por la Derecha; en el de ordenadas (vertical), la abstención. Se ofrecen los datos de coeficiente de correlación (r) y de determinación (r2).

Como hemos visto, el apoyo a la Derecha es más estable y sus variaciones no parecen estar vinculadas al nivel de participación, como se puede ver en la figura anterior. Cuando su electorado deja de votar a sus opciones habituales probablemente tienda a hacerlo a otras fuera de su propio espectro (partidos periféricos o, también, a los socialistas). Eso explica que entre los resultados de la Derecha y los de la Izquierda haya una cierta correlación negativa, aunque no muy fuerte. Aparentemente, un 15% de la variación entre convocatorias del apoyo a la Derecha lo explica la variación del voto a la Izquierda (y viceversa).

En el eje de abscisas (horizontal) se representa la fracción de voto obtenido por la Derecha; en el de ordenadas (vertical), la fracción de voto obtenido por la Izquierda. Se ofrecen los datos de coeficiente de correlación (r) y de determinación (r2).

Merece la pena observar cómo varía el apoyo que reciben las opciones extremas dentro cada familia ideológica en función del que recaban las moderadas y, normalmente, mayoritarias. Cuando aumenta el apoyo a la Izquierda2, disminuye el que reciben los Socialistas; funcionan los vasos comunicantes entre ambas ramas del árbol de izquierdas.

En el eje de abscisas (horizontal) se representa la fracción de voto obtenido por los Socialistas; en el de ordenadas (vertical), la fracción de voto obtenido por la Izquierda2.

En la Derecha esto solo ha ocurrido desde la emergencia y crecimiento de Vox. Hasta 2011 y desde finales de la década de los ochenta, el PP acogía bajo su manto a casi todas las derechas. Pero la reconfiguración política que se produjo tras la crisis del 2009 y los efectos electorales de la (ya casi olvidada) corrupción, condujeron a la fragmentación del voto conservador, de manera que en los últimos años en esa parte del espectro ha ocurrido lo que venía ocurriendo desde siempre en la otra: el aumento del apoyo a la opción extrema conllevaba una disminución a la moderada.

En el eje de abscisas (horizontal) se representa la fracción de voto obtenido por los Conservadores; en el de ordenadas (vertical), la fracción de voto obtenido por la Derecha2.

Ese efecto ha resultado ser importante, porque no ha permitido ampliar la fuerza electoral de todo el espectro conservador y, sin embargo, la fragmentación ha disminuido sus posibilidades de llegar al poder, por razones de pura aritmética electoral. De ahí que, tras el (para algunos) imprevisto tropezón de Núñez Feijóo el 23 de julio, «matar a Vox sea la nueva consigna» de algunos sectores sociales, económicos y mediáticos de la Derecha.

Como bien han podido comprobar esos (impacientes) sectores, Vox no ha sido capaz de «ensanchar el campo electoral de la derecha española movilizando a los otros indignados, los patriotas durmientes que llevaban años esperando una voz que los despertase», en palabras de Enric Juliana en La Vanguardia de hoy. Y no lo ha sido porque en la Derecha esos «patriotas» ya votaban y ahora han funcionado los vasos comunicantes de forma similar a como habían venido funcionando desde hace décadas en la izquierda.

Que las grandes familias ideológicas tengan un apoyo muy similar –aunque el número de diputados no lo refleje con fidelidad– es un fenómeno normal en casi todos los regímenes democráticos. Con el tiempo, los partidos moderados aproximan sus ofertas y, sobre todo, las políticas que aplican, a lo que desean sus electorados. Se hacen cada vez menos distinguibles entre sí y el electorado funciona más en clave tribal que en clave de ciudadanía. Le influye más la personalidad de sus líderes, las simpatías y antipatías, y hasta las opiniones de la cuadrilla, que las propuestas concretas que hacen y una valoración racional de las mismas.

Esa aproximación entre políticas se comprueba cuando se observa, por ejemplo, que la UCD aprobó la ley de divorcio, que Felipe González –referéndum (con pregunta tramposilla) mediante– nos dejó en la OTAN, que Aznar abolió el servicio militar obligatorio, que Rajoy no se atrevió a contrarreformar la despenalización parcial del aborto que había reformado Rodríguez Zapatero, o que Sánchez se ha resistido a reformar leyes a las que su partido se opuso cuando estaba en la oposición. El resultado del referéndum que se acaba de celebrar en Ohio es otro buen ejemplo de este fenómeno.

Las cosas, sin embargo, son diferentes cuando en el pack del gobierno entra el otro partido de la misma familia. La conocida como “ley del sí es si” o “ley Montero” ha sido un ejemplo de fuerte controversia, ya desde el comienzo de su tramitación, entre los partidos que apoyaban al gobierno y en su seno, incluso. En el otro lado del espectro ha sido, precisamente, el temor a un gobierno muy condicionado por la presencia de Vox lo que ha provocado la movilización de una parte del electorado de izquierda que, bajo otras circunstancias, lo más probable es que se hubiera abstenido. Vemos de nuevo cómo el voto a la izquierda y la participación van de la mano.

En un contexto como este, los partidos periféricos tienen mucha influencia. Para algunos esto es malo porque les otorga capacidad para obtener beneficios a los que otros no tienen acceso; creo que esto, para poderlo afirmar, habría que verificarlo o, al menos, no poderlo refutar. Pero lo cierto es que los partidos periféricos suelen tender a equilibrar el sistema, actuando en contra de la polarización.

Por otro lado, hay algo intrínsecamente bueno en que esos partidos se impliquen en la gobernabilidad del estado. Lo decía Mikel Mancisidor hace unos días en Deia. Esa implicación contribuye, además, a que se produzca algo a lo que alude Gabriel Magalhães, en su último libro, El país que nunca existió, el reconocimiento efectivo de las realidades nacionales que conviven en la península ibérica. Sin ese reconocimiento, no saldremos del laberinto de incomprensión en que llevamos enredados desde hace demasiado tiempo.

He mencionado la posible movilización de una parte del electorado de izquierda ante el riesgo de que la extrema derecha entrase en el gobierno. Este es el reverso de la motivación que se ha querido generar en el electorado abstencionista de derechas con el mensaje de que había que echar a Sánchez. Pero en esto de la motivación, y como hemos visto, la derecha y la izquierda no funcionan igual. La gente de derechas vota –no era necesario movilizarla– y la de izquierdas se lo piensa; y a veces, decide no votar. Dejo para la psicología política la interpretación de ese fenómeno.

Y de cara al futuro ¿qué? Como dicen que dijo Niels Bohr (y también Yogi Berra), hacer predicciones es muy difícil, sobre todo las del futuro. Así que no las haré. Tengo la impresión de que la socialdemocracia, en declive desde hace años en toda Europa, en España se resiste a decaer. El PSOE ha perdido las elecciones, sí, pero esa es la tónica general en Europa tras la pandemia, donde los partidos gobernantes (salvo los populistas de derecha) han sido, en general, castigados, con independencia de su color. Piensen en Alemania y en Finlandia, por ejemplo, o en Hungría y Turquía. Y, así y todo, Pedro Sánchez podría volver a gobernar.

Históricamente, las alternancias de gobierno en España se han producido como consecuencia de graves crisis económicas o de credibilidad, o tras graves escándalos de corrupción. Y el factor principal que los ha provocado ha sido la movilización o desmovilización del electorado de la izquierda. ¡Qué gran paradoja!

En 1982, tras un golpe de estado fallido en 1981, y con una UCD agotada y llena de contradicciones, el PSOE arrasó. En 1996, tras una larga serie de escándalos de corrupción, Felipe González fue finalmente desalojado del gobierno; el lema de Aznar, «¡Váyase señor González!», explotó de forma eficaz el clima de hartazgo de la época, y el apoyo de algunos partidos periféricos fue la palanca que permitió al PP alcanzar el poder. En 2004 Rajoy no pudo ganar las elecciones debido a la gigantesca crisis de credibilidad política e ineficacia policial provocada por los atentados yihadistas en Madrid y la falaz atribución de los ataques a ETA por parte del gobierno de Aznar y su ministro Acebes.

En 2009, tras una crisis económica sin precedentes en la historia democrática, Rodríguez Zapatero convocó elecciones anticipadas, que ganó Mariano Rajoy frente a Alfredo Pérez Rubalcaba. Esa crisis fue, además, la que alimentó la aparición y el crecimiento de opciones alternativas a la que conformaban el tablero político tradicional, un fenómeno descrito en la literatura científica. Y, finalmente, y a expensas de lo que ocurra en esta ocasión, la última alternancia se produjo tras una moción de censura justificada por sus proponentes, por la gravedad de los casos de corrupción en que había incurrido el Partido Popular y tras la publicación de la sentencia del caso Gürtel. Pedro Sánchez se convirtió así en el primer presidente que accedió al cargo mediante esa vía.

No sé qué pasará en los próximos años, pero echar la vista atrás, a mí al menos, me ha resultado un ejercicio instructivo.



2 Comentarios En "Enseñanzas de medio siglo electoral en España"

  1. José Maria
    2023-08-11 Responder

    Brillante y esclarecedor. Enhorabuena por el análisis!

  2. Gonzalo
    2023-10-03 Responder

    Me llama la atención lo similar que es a estos dos artículos de Fernández Villaverde: https://blogs.elconfidencial.com/economia/la-mano-visible/2023-08-05/enfoque-analitico-i-elecciones-23j_3713811/ y https://blogs.elconfidencial.com/economia/la-mano-visible/2023-08-24/elecciones-23j-enfoque-analitico_3721247/