¡Muchas gracias! Y que la Fuerza nos acompañe
Gran parte de quienes leen estas conjeturas ya saben que el pasado 25 de junio tomé posesión del cargo de Consejero de Ciencia, Universidades e Innovación del Gobierno Vasco que preside el lehendakari Imanol Pradales.
La propuesta del Lehendakari tuvo para mí un atractivo irresistible. En muy pocas ocasiones he dicho que no a propuestas de participar en proyectos que considero valiosos. Sobre todo si mi experiencia y conocimiento me parecen, a priori, acordes a la tarea. En mi trayectoria vital he intercalado periodos de investigación, docencia y difusión con otros de gestión y gobierno. He aprendido mucho y me han abierto puertas mentales a ámbitos antes desconocidos y a experiencias muy enriquecedoras.
Imanol Pradales, a quien conozco desde hace algunos años, me ofrecía la oportunidad de poner en marcha un departamento, y no uno cualquiera, sino el único que podía interesarme, el de Ciencia, Universidades e Innovación. Ser el primer consejero de ese departamento y contar con esa oportunidad es un honor (con su correspondiente responsabilidad) imposible de infravalorar. Estoy muy agradecido al Lehendakari por ese honor y por la confianza que ha depositado en mí que, lógicamente, confío en no defraudar.
No podía decir que no a su propuesta. Quienes de entre mis lectores y lectoras hayan leído ‘Tras la virtud’, del filósofo comunitarista Alasdair MacIntyre, quizás recuerden la importancia que concede el autor a la comunidad a la que pertenecemos y a la coherencia con la trayectoria vital que hemos seguido en el seno de esa comunidad —a la idea de no traicionar esa trayectoria— como principio rector de las decisiones que tomamos y, en definitiva, de lo que hacemos. Suscribo esa noción. Por ese motivo, de no haber aceptado la propuesta de Imanol Pradales, me habría arrepentido y lo hubiera lamentado durante lo que me quede de vida.
Durante los últimos catorce años me he dedicado —principalmente en la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU y, en los últimos cuatro años, también en Jakiunde— a promover el conocimiento. He sido feliz haciendo esa labor. Tanto la Cátedra como Jakiunde me han dado algunas de las mayores satisfacciones de que he disfrutado en la vida. Tratar a las personas con las que me he relacionado en ambas ha sido un privilegio y una fuente inagotable de enriquecimiento.
Las personas con las que he tenido la fortuna de colaborar en ambas instituciones son excepcionales, por su calidad humana, ante todo, y también por su valía profesional y dedicación incondicional. He sido muy afortunado. Estoy muy agradecido a esas personas; nunca pagaré la deuda de gratitud que he contraído con ellas.
He dicho que me ha correspondido el honor y la responsabilidad de ser el primer consejero de Ciencia, Universidades e Innovación del Gobierno Vasco. Pero esto no es del todo cierto. Antes de mí, otros consejeros y consejeras, en el Departamento de Educación, Universidades e Investigación, han desempeñado la misma labor desde 1980. La diferencia es que esas personas tuvieron, además, otros cometidos de gran envergadura.
Esta precisión es importante porque, como dije el día de la toma de posesión en los jardines del palacio de Ajuria Enea, en Vitoria, me he encaramado —parafraseando a Bernard de Chartres y a Isaac Newton— a los hombros de los gigantes que me precedieron. Esos gigantes, cuya nómina se inició con Pedro Miguel Etxenike y, hasta ahora, se ha completado con Jokin Bildarratz, nos han conducido de un desierto casi total en I+D+i a convertir a la Comunidad Autónoma Vasca en la que acredita el máximo nivel de desempeño innovador y la que más recursos (en relación con el PIB) dedica a investigación y desarrollo del conjunto de comunidades del Estado Español.
Cuando me entrevisté con el Lehendakari para tratar de mi posible incorporación a su equipo, su mensaje, del que era partícipe, era muy claro: nuestra comunidad ha alcanzado un nivel muy bueno —tanto en investigación como en universidad e innovación—, pero no podemos conformarnos, hemos de dar un salto cualitativo, hemos de mirar a la vanguardia y tratar de estar en ella.
Siguiendo con la metáfora de Chartres y de Newton, desde los hombros de quienes me antecedieron, debo intentar ver más lejos. Esa fue la encomienda.
El día de nuestra toma de posesión, el Lehendakari se dirigió a los consejeros y consejeras. El contenido de sus palabras era muy claro: debemos atrevernos; es mejor atreverse y errar, que arrepentirse por no habernos atrevido. En otras palabras, tenemos libertad para equivocarnos. Pienso ejercer esa libertad.
Cuando se dio a conocer la composición del nuevo gobierno, algunas, pocas personas me dijeron haberse sorprendido de encontrarme en él. Ya he explicado las razones por las que acepté el cargo. A esas razones debo añadir mi cercanía, desde hace décadas, al proyecto político del Partido Nacionalista Vasco.
Y muchas, muchísimas personas se dirigieron a mí para felicitarme y mostrar su alegría por mi nombramiento. No puedo sino agradecer, tanto las felicitaciones como las muestras de alegría de unas y de otras. Me he sentido abrumado, emocionado incluso.
Y también me he sentido preocupado. Porque el ejercicio de la política es difícil y, a menudo, ingrato. Es fácil errar. Y tampoco se puede pretender satisfacer a todo el mundo. Pero nada de esto evitará que ponga todo mi conocimiento y empeño en cumplir con lo que me he propuesto.
May the Force be with us.
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