Tuiter
Soy usuario intensivo de tuiter. En realidad, fui usuario intensivo. Cada vez lo uso menos. Es la red social de internet en la que me encuentro más cómodo, la que mejor se adapta a lo que quiero comunicar y la que me ofrece las posibilidades más amplias para acceder a información interesante y útil. De hecho, utilizo tuiter como principal fuente de información.
Hay quienes tienen mala opinión de esta red. La califican de estercolero y lindezas del estilo. No lo entiendo. Tuiter se hace a la medida de uno mismo. Nadie sigue a quien no desea seguir. El time line (TL) –la secuencia de tuits de las cuentas a las que se sigue– lo determina la elección de cada cual. Si alguien molesta, ofende o aburre con sus tuits, se le deja de seguir y a otra cosa. Y si se pone pesado, se le silencia. He silenciado centenares de cuentas. Hay quienes bloquean a las cuentas que molestan. Yo prefiero no hacerlo, pero con unas pocas, muy pocas, no hay más remedio. Estoy satisfecho con mi TL. Además, utilizo listas por temas o preferencias, alguna privada.
Por todo esto me ha preocupado que el cambio de propietarios pueda suponer alguna variación sustancial en las reglas de funcionamiento de este invento. Sí, ya sé que hay alternativas, como la red del mastodonte, pero da mucha pereza volver a labrarse un futuro en otra red. Preferiría no tener que plantearme tal cosa en serio, aunque tampoco lo descarto.
Dicho lo anterior, escribo este post porque desde que empezó el runrún en torno a las villanías y ocurrencias de Mr. Musk no dejo de pensar en lo frágiles que son algunos recursos que utilizamos masivamente para compartir información. Son recursos valiosos. Hasta tal punto lo son que hay actividades que están íntimamente ligadas a ellos. El caso de tuiter es claro, en mi opinión. Y hasta el de Facebook, aunque yo me largué de aquel barrio harto de trabajar para sus dueños sin que ello reportase un retorno mínimamente equilibrado. Pasa algo similar con Uatsap, Instagram, Telegram y otros.
Mención aparte merece la Wikipedia. No porque sea una red social, que no lo es, sino porque es una fuente extraordinaria de información. Diría que es, aparte de la misma existencia de la red, lo mejor que ofrece internet hoy. En contra de lo que opinan muchos, es una de las mejores fuentes, una de las más fiables que existen, gracias al sistema de edición, que es muy eficiente. Y en lo que a amplitud de temas se refiere, es inigualable, sobre todo la Wikipedia en inglés. Aquí y aquí explican muy bien todo lo que digo. Esa es la razón por la que cada cierto tiempo hago una donación a la fundación que la mantiene. Quiero que siga existiendo y funcionando como lo hace.
Llegado a este punto no puedo dejar de pensar que, visto lo visto, lo ideal sería que servicios como tuiter o similares, estructuras info-telemáticas que permiten compartir información, fuesen mantenidas por una fundación independiente. Lo que no me parece tan fácil es iniciar el proceso que sería necesario para llevar un proyecto semejante a término con las debidas garantías. En otras palabras, hay un modelo, una referencia que me parece válida. Lo que no veo, desgraciadamente, es posibilidades de ponerla en marcha. Y es una pena, porque hemos visto con Facebook, antes, y con tuiter, ahora, que los servicios telemáticos para compartir información son muy vulnerables y dependientes de intereses particulares que, lógicamente, no tienen por qué coincidir –y no coinciden, de hecho– con los generales, por muy legítimos que aquellos sean.
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