Conjeturas


Covid-19

La vida normal tendrá que esperar

2021-12-20 3 Comentarios

Quienes quieran información de calidad acerca de la situación a que nos enfrentamos como consecuencia de la emergencia de la variante Ómicron y de la mejor forma de afrontarla, les invito a que lean este artículo de Ignacio López Goñi. No repetiré aquí nada de lo dicho por él porque, en lo que a la ciencia se refiere, su artículo es impecable.

Me interesa, no obstante, dirigir la mirada a otro aspecto de la cuestión. La reflexión me la inspiró algo que ha escrito hace poco Ed Yong en The Atlantic. Yong sostiene que la expansión de la variante Ómicron en los Estados Unidos constituye un problema mucho mayor desde el punto de vista colectivo que desde el individual. En realidad creo que esto ha sido siempre así, porque las consecuencias sistémicas, las derivadas de los efectos sobre la colectividad de un fenómeno de contagio como el del coronavirus, son potencialmente catastróficos, incluso aunque el número de víctimas mortales provocadas directamente por la enfermedad no sea muy alto. Pero con la nueva variante, el contraste entre las consecuencias sistémicas y las individuales podría ser, incluso, mucho mayor.

En comparación con los norteamericanos, nosotros contamos con la ventaja de que nuestros porcentajes de vacunación son muy altos, y aunque parece ser que esta variante elude con facilidad las defensas inmunitarias, no lo consigue en todos los casos, ni siempre en la misma medida. Por otro lado, las dosis de refuerzo con las vacunas basadas en ARN-m parecen mejorar sensiblemente la efectividad frente al contagio y, en general, frente a la enfermedad. No obstante lo anterior, lo que parece bastante claro es que, si ya antes de empezar las celebraciones navideñas nos encontramos en una situación delicada, la inminente llegada de una variante mucho más contagiosa no la va a mejorar, precisamente. La empeorará. Y lo hará, sobre todo, en términos colectivos. Veamos.

Dado que Ómicron se contagia con una facilidad enorme, mucho más rápidamente que las variantes anteriores, habrá muchos contagios. Y muchas personas contagiadas sufrirán síntomas moderados. Por otra parte, como gran parte de la población está vacunada con pauta completa o lo estará pronto, no es previsible que enferme mucha gente de gravedad (aunque tampoco será un número anecdótico, ya que hay una cantidad no despreciable de personas con afecciones agravantes o cuyo sistema inmunitario ha fallado a la hora de producir defensas eficaces). Como las contagiadas serán muchas, un número enorme de esas personas demandará consulta médica, muchas solicitarán algún tipo de asistencia sanitaria (sobre todo de nivel primario), y habrá, por ello, una presión muy fuerte sobre el sistema de salud; esto no es ninguna novedad, pero llueve sobre mojado. Además, muchas, o muchísimas personas, se tendrán que confinar; más que nunca antes, quizás.

En Londres, donde la nueva variante es ya mayoritaria, los efectos de ese tipo están ocasionando trastornos graves. Los ocasiona en el sistema de salud, pero también los está provocando en las actividades sociales y económicas. En muchos negocios, centros escolares y dependencias de la administración, el número de empleados que no pueden asistir a sus puestos de trabajo es tan alto, que el funcionamiento de todas esas instancias se está viendo gravemente perjudicado, si no impedido. Y lo propio está ocurriendo en varias zonas del noreste de los Estados Unidos. En los Países Bajos han decretado el confinamiento, eso sí, a la holandesa.

El año pasado las Navidades dejaron una factura muy onerosa en términos de enfermedad y muertes. Probablemente y gracias al altísimo nivel de vacunación alcanzado, no serán muchas las personas que enfermen de gravedad este año y, por lo tanto, la situación no alcanzará la gravedad del pasado en términos sanitarios -eso quiero pensar, al menos-, pero es imprevisible lo que pueda llegar a ocurrir en las demás esferas de la vida social y económica. No es posible anticipar a qué niveles llegarán los contagios con Ómicron en las próximas semanas y, por lo tanto, la magnitud de las bajas laborales por confinamiento. Pero pueden alcanzar cotas muy altas y comprometer el normal desarrollo de las actividades normales, incluidas las sanitarias.

El presidente del Gobierno ha convocado a los presidentes de las comunidades autónomas para el miércoles. Aunque ha tenido tiempo de sobra para hacerlo, el señor Sánchez Castejón ha renunciado a legislar. Deja así a las autoridades autonómicas sin cobertura para adoptar medidas eficaces para la contención del virus.

Habrá quien piense que la inacción o “desidia legislativa” (en acertada expresión de Juanjo Álvarez) está justificada. Yo no lo creo, aunque tiene explicación. Por un lado, no está dispuesto a afrontar una negociación para la que quizás debería hacer concesiones de muy alto precio, parlamentario primero y electoral después. Y por el otro, está la victoria de la derecha en Madrid hace unos meses. Como ya comenté en su día, la señora Díaz Ayuso ganó de calle las elecciones porque prometió a los madrileños una vida normal. Y el presidente del Gobierno no quiere ser quien le tenga que explicar al electorado, con números y restricciones, que la vida normal tendrá que esperar unos meses, quizás algún año más. Pero lo explique el presidente o lo comprobemos por nuestra propia cuenta, lo cierto es que tendrá que esperar. Es mejor que nos vayamos haciendo a la idea.

Entre tanto, no olvidemos que el SARS-Cov-2 tocará a nuestra puerta antes o después, quizás lo haga en más de una ocasión, incluso. Pues bien, procure que ese momento llegue cuanto más tarde mejor y que, cuando lo haga, le encuentre lo más protegido posible.


Nota del 22 de diciembre: Si se confirma que a la variante Ómicron se asocia un riesgo de hospitalización muy inferior al de la variante Delta, como se dice aquí (preprint aquí), aumentaría la desproporción entre contagios y hospitalizaciones. Y como es mucho más transmisible, si la variante Ómicron es, efectivamente, menos virulenta que las otras, la Covid-19 se estaría aproximando quizás al estatus de enfermedad catarral leve o moderada que ya provocan otros coronavirus. De confirmarse esa menor gravedad de Ómicron, las autoridades sanitarias deberían modificar los protocolos, reduciendo la duración de las cuarentenas, y concentrarse en atender a quienes enfermen. También deberían facilitar la posibilidad de no acudir al trabajo sin que para ello deba hacerse uso de los servicios de atención primaria o de las urgencias.

Nota del 23 de diciembre: Nuevos estudios avalan la menor gravedad de la covid provocada por la variante Ómicron, aunque su alta transmisibilidad contrarrestará, en términos de número de ingresos y fallecimientos, esa menor gravedad. No obstante, en los países con alto nivel de vacunación con dosis de refuerzo el impacto sobre el sistema sanitario y sus efectos sobre la mortalidad deberían ser menores.



3 Comentarios En "La vida normal tendrá que esperar"

  1. Luis Pereda
    2021-12-21 Responder

    Demasiados “parece ser” y “parece que”… Se utilizan todos los cuantificadores genéricos pero ni un solo dato numérico… eso es muy raro en un razonar científico…

    • conjeturas
      2021-12-21 Responder

      Sí. Hay tres "parece", y en el mismo párrafo, además; en el tercero. Quizás sea raro en un razonar científico, o quizás no. No lo sé...

  2. Barbatxano
    2021-12-23 Responder

    Bastante gente de mi entorno cercano me tienen como referencia científica. Y ayer mismo comentaba a un vecino prácticamente lo mismo que nos cuentas. Hay que protegerse a pesar de que casi todos enfermaremos. Los aislamientos dificultan mucho el funcionamiento normal de la sociedad. Así y todo, cuanto más tarde lo pillemos, mucho mejor. Y sobre todo, tratar de evitar hacerlo en esta época de colapso sanitario . . .


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