Hay que contener la pandemia para proteger las escuelas
El pasado 29 de julio, la revista New England Journal of Medicine, una de las mejores del mundo en medicina, publicaba un artículo cuyos autores, tres importantes académicos de campos diversos (epidemiología, ciencias de la educación y salud global), señalaban que es fundamental abrir las escuelas pero que para poder hacerlo no debe haber transmisión comunitaria del SARS-CoV-2.
El pasado 18 de agosto, Nature, una de las dos revistas científicas más reputadas, publicaba un artículo que incidía en ese aspecto, señalando que los centros docentes solo pueden abrir con garantías si la expansión de la pandemia en la comunidad es baja.
Ayer mismo, Science, otra de esas dos revistas del máximo nivel, repasaba en un editorial dedicado a analizar la apertura de los centros escolares las condiciones que debían cumplirse para poder reabrir las escuelas con seguridad. Decía lo siguiente: “la herramienta más efectiva para minimizar la llegada de infecciones a las escuelas consiste en limitar el aprendizaje presencial a los periodos en que la infección en la comunidad se encuentra controlada. Los países con programas amplios de testado empezaron a abrir las escuelas con rigurosas medidas de seguridad una vez la incidencia comunitaria de la Covid19 se redujo a números inferiores a entre 30 y 50 nuevos contagios semanales por 100 000 habitantes durante un periodo prolongado de tiempo”.
New Scientist, por su parte, también afirmaba en un reportaje de anteayer que la transmisión comunitaria debe mantenerse baja para poder recuperar el aprendizaje presencial en las escuelas. Añadía lo siguiente: “No hay criterios establecidos acerca de cuán baja ha de ser, pero normalmente se suelen considerar niveles bajos de transmisión cuando en un área se alcanzan menos de 10 casos por 100 000 habitantes o cuando menos del 5% de las personas a las que se les analiza mediante PCR arrojan un resultado positivo en el test.” Quédense con este último indicador.
Por último, recordemos lo que escribí aquí hace unas semanas con relación a la escala que había publicado meses atrás el Harvard Global Health Institute, junto con el Edmond J. Safra Center for Ethics, de la misma universidad, para clasificar el nivel de riesgo en función del número de casos. De acuerdo con esa clasificación han definido cuatro niveles, verde, amarillo, naranja y rojo, en orden de riesgo creciente. Y para cada uno de los niveles proponen una batería concreta de actuaciones. Pues bien, el máximo nivel corresponde a una incidencia de más de 25 nuevos casos diarios por cada 100 000 habitantes y en esas condiciones proponen el aprendizaje a distancia y la permanencia de estudiantes y docentes en los hogares.
De acuerdo con los criterios manejados por la comunidad científica internacional, tal y como quedan reflejados en las publicaciones citadas, en varias comunidades autónomas no se cumplen las condiciones para reiniciar el curso escolar en modo presencial el próximo lunes (tampoco en España si se considera en su conjunto). Los datos que publica el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades no pueden ser más claros. España es, tras Bulgaria y Rumanía, el tercer país europeo con más muertos por Covid19 por cien mil habitantes en las últimas dos semanas. Y el porcentaje de test PCR que dan resultado positivo se encuentra por encima del 5% en muchas zonas.
No obstante, y tal y como expuse aquí, los responsables políticos no deben decidir solo en función de los dictámenes de la ciencia. Han de tomar en consideración criterios extracientíficos también, que sopesen más elementos en juego. Y a partir de un análisis de pros y contras de unas y otras decisiones, tomar la que consideran que mejores resultados ofrece para la comunidad y las generaciones futuras.
La decisión, como es sabido, ha sido la de iniciar el curso de forma presencial, a la vez que se implantan (o se propone implantar) medidas para limitar en lo posible los contagios en las escuelas. También se han hecho previsiones acerca de las circunstancias que deberían darse (número de casos en aulas y centros docentes) para decidir el eventual cierre de grupos, cursos o centros docentes y la consiguiente suspensión de la actividad presencial.
Llegados a este punto, no obstante, es importante pensar en lo que pueda ocurrir en las próximas semanas y meses. Me parece que es un error seguir actuando como hasta ahora. Las autoridades ha tratado de contener la pandemia en niveles tales que se evite someter al sistema sanitario a una tensión insoportable, sin penalizar demasiado las actividades económicas y sociales. Atribuyo a esa intención la timidez con que han actuado a la hora de tomar medidas tales como limitar el ocio nocturno y, más aún, de restringir la movilidad en las áreas más afectadas por la pandemia. Pero por lo que vamos viendo, el nivel de incidencia de la Covid19 permisible para evitar el colapso sanitario puede propiciar que se produzcan brotes difíciles de controlar. Es lo que ocurre con fenómenos azarosos que fácilmente pueden adquirir carácter explosivo.
El problema es que si se mantiene una alta incidencia de la pandemia en la comunidad, las escuelas pueden convertirse, de hecho, en la redoma en la que se reactiven los contagios, y pasar a cumplir el papel que hasta hace dos semanas cumplían el ocio nocturno. No es nada fácil mantener la disciplina de higiene y aislamiento en niños y niñas de corta edad. Por esa razón, el normal funcionamiento del sistema educativo y el de otros importantes sectores de actividad se puede resentir de forma grave.
Una información publicada en el New York Times hoy, seis de septiembre (ver nota al final), da cuenta del impacto que ha tenido sobre la incidencia de Covid19 la reapertura de los campus universitarios norteamericanos para empezar el cuatrimestre de verano-otoño. El reportaje informa de que los estudiantes universitarios de esos campus no son muy cuidadosos con las medidas de distancia y uso de mascarilla. Quizás no deba extrapolarse la experiencia estadounidense al curso escolar y universitario en nuestras longitudes geográficas. Quizás no, pero la lógica subyacente es la misma.
Pronto llega el otoño y las temperaturas más bajas y peor tiempo llevará a la gente a ocupar espacios cerrados en mayor medida, a la vez que disminuye la posibilidad de ventilarlos. Las condiciones para limitar la transmisión serán peores. Es imprescindible, por ello, reducir en gran medida y cuanto antes la expansión de la pandemia. Y para conseguirlo hacen falta medidas, quizás parciales, pero más contundentes y frecuentes que las tomadas hasta ahora. Hay unos cuantos países que las han aplicado con éxito.
Con ese propósito, tanto en lo relativo al tratamiento que debe darse a las escuelas como a otros aspectos de la vida económica y social, la mejor opción consiste, seguramente, en establecer un sistema de alertas transparente y con indicadores objetivos que permita tomar medidas de diferente intensidad de una forma prácticamente automática. Ello contribuiría a objetivar las decisiones y corresponsabilizar a la ciudadanía y los agentes económicos y sociales de la gestión de la pandemia. Es necesario fijar umbrales de transmisión del virus en virtud de los cuales se adopten medidas graduales y hacerlo de forma flexible, tanto geográfica como temporalmente. Quizás no tienen por qué ser los umbrales que he presentado más arriba pero, sean cuales sean, deberían existir.
Hace unos días me referí aquí a la espada de Damocles que pendía sobre el curso escolar. En realidad, no es solo el curso escolar el que está en riesgo. Otros ámbitos de la vida comunitaria se encuentran, como consecuencia, también en peligro, porque en este momento el sistema educativo es el eslabón más débil de todo el entramado social. No basta con poner el foco de las medidas en las escuelas, hay que ponerlo, también y sobre todo, en la transmisión comunitaria de la pandemia. Limitando la expansión del virus se protege a la comunidad en su conjunto y, de esa forma, a los centros docentes. Pero no debe perderse de vista, a su vez, que la seguridad de estos es condición necesaria (aunque no sea suficiente) de la del conjunto de la sociedad.
Nota: el párrafo que antecede a la gráfica de los campus se ha añadido dos días después de la publicación original de la anotación.
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