El lenguaje hiperbólico no va a mejorar la financiación de la Universidad del País Vasco
El pasado lunes, día 27, el rectorado de la Universidad del País Vasco, en una nota de prensa enviada a los medios de comunicación, informó de que las necesidades de EHU ascienden, redondeando, a 600 M€ (en adelante, redondearé las cifras del mismo modo). La aportación total del Gobierno Vasco este año a la universidad pública ha sido de 400 M€.
Ese mismo día, el rector me hizo llegar un documento en el que se detallan las actuaciones adicionales previstas. De los 200 M€, algo más de la mitad se destinaría a aumentos salariales o medidas equivalentes; viene reflejado bajo el epígrafe “Cuidado de las personas”. Si las cuentas no me fallan, estaríamos hablando de más de 10.000€ anuales por trabajador o trabajadora.
Otros 50 M€, aproximadamente, se destinarían a infraestructuras, aunque el desglose de las correspondientes actuaciones no se especifica. Y otros 50 M€ —presentados bajo el epígrafe “Autonomía universitaria”— se destinarían a otras actuaciones merecedoras del calificativo “estratégicas”. Aparentemente se trata de actuaciones cuya concreción o definición quedaría al albur de las autoridades universitarias, que las ejecutaría en el ejercicio de su autonomía.
Prácticamente ninguna de las propuestas para las que se pide financiación es de contenido académico, salvo, quizás, algunas de las referidas en el párrafo anterior. Aunque la lista es larga, los capítulos realmente importantes se refieren a aumentos de sueldos (100 M€) y obras de infraestructuras (cercanas, quizás, a 100 M€).
El 28 de octubre aprobamos en la sesión del Consejo de Gobierno el anteproyecto de presupuestos para 2026. Esa tarde los medios, en sus ediciones digitales, publicaron los datos más relevantes del anteproyecto, entre ellos la cuantía de la aportación ordinaria prevista para EHU.
El 29 de octubre el rector, en una comparecencia urgente ante los medios de comunicación, afirmó que, con la asignación consignada en el anteproyecto, la universidad pública está “condenada a la parálisis”.
Aproximadamente a la misma hora, y a propuesta del grupo parlamentario de EH Bildu, comparecieron en la Comisión de Ciencia, Universidades e Innovación del Parlamento Vasco dos representantes del sindicato LAB y otros dos del Consejo de Estudiantes de EHU. La primera comparecencia giró, casi exclusivamente, en torno a la supuesta “infrafinanciación” de EHU, y en la segunda, ese tema, aunque no el único, fue el principal.
Ese mismo día, el rector envió, a través del correo electrónico institucional, un mensaje al personal de la universidad y a los y las estudiantes, en el que les daba cuenta del contenido de su comparecencia ante los medios.
Cualquier persona que tenga el más mínimo conocimiento de cómo funciona la administración sabe que los presupuestos del ejercicio siguiente se empiezan a trabajar en junio o julio, el ajuste grueso –a la espera de datos relativos a previsiones económicas y de recaudación— se hace en septiembre, y el ajuste fino, en octubre. Hacia mediados de este último mes, las cuentas, en su versión de anteproyecto, se pueden considerar cerradas. Hasta el trámite parlamentario de presentación (noviembre) y debate (diciembre) de enmiendas, no se introducen cambios. El rector sabe cuál es el calendario de confección de los presupuestos. Su gerente, que había sido anteriormente vicegerente de presupuestos, también.
Cualquier persona que conozca mínimamente cómo funciona la administración sabe que las variaciones presupuestarias entre dos ejercicios consecutivos casi nunca son de gran magnitud. Por dos razones. Por un lado, porque, salvo crisis profunda o circunstancias excepcionales, no se producen grandes variaciones en la recaudación de impuestos de un año para otro. Y por el otro, porque la administración tiene mucha inercia a la hora de introducir variaciones sustanciales en los programas de gasto e inversión. Las cosas no se empiezan de golpe, ni tampoco se liquidan de un plumazo.
Según mi experiencia, una posible subida de, pongamos por caso, un 10% sería excepcional en la administración. Una subida de un 50% no es, ni siquiera, imaginable. Cuando se hace una propuesta de ese tenor, el propósito no es el que se declara. Es otro.
El rector afirma que, con la asignación prevista en el anteproyecto de presupuestos de la CAV, EHU está condenada a la parálisis. En la sesión de su ronda de escucha celebrada en la Facultad de Ciencia y Tecnología, una vicerrectora llegó a decir que “estamos al borde del colapso”.
No seré yo quien desmienta esas aseveraciones. Pero de ser ciertas, lo que está claro es que ese riesgo no obedece a motivos económicos.
No es verosímil que una aportación del gobierno superior a 10.000€ por estudiante conduzca a una universidad a la parálisis o al colapso por razones económicas. No lo es; de ser así, centenares de universidades europeas se encontrarían al borde del precipicio.
Menos aún lo es cuando la universidad en cuestión se encuentra entre las 400 mejores del mundo, o cuando, como acabamos de saber, sigue aumentando el número de personas de su plantel investigador que se encuentran entre el 2% más citado del mundo.
¿A qué obedece, pues, la actuación rectoral?
La secuencia de hechos que he relatado desmiente que la memoria de necesidades se haya confeccionado y presentado con la intención genuina de obtener el aumento presupuestario solicitado. La magnitud del incremento y el calendario seguido excluyen esa posibilidad.
¿Se trata quizás de enmascarar la ausencia de un proyecto académico?
¿O de ocultar la incapacidad para ejercer la responsabilidad y tomar decisiones presupuestarias difíciles? El ejercicio de la responsabilidad implica elegir y priorizar. Elegir es renunciar. Quien elige, descarta. Quien prioriza, aplaza ciertas actuaciones en beneficio de otras. Es difícil, pero inevitable, porque los recursos, por definición, son limitados.
Confío en que no se trate de hacer uso de la universidad pública como ariete político.
Por nuestra parte, estamos deseosos de llegar a acuerdos con el equipo de gobierno de EHU. Lo dije hace casi cuatro meses y lo reitero.
Pero la dialéctica hiperbólica –parálisis, colapso— no va a ayudar a llegar a acuerdos ni a satisfacer las necesidades reales de EHU. Tampoco los mensajes apocalípticos a la comunidad universitaria.
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