Conferenciantes, escritores, músicos, artistas
He organizado centenares de conferencias, coloquios o presentaciones públicas de diverso formato y temas variados. La mayoría eran charlas de ciencia, pero no todas. Y he asistido a centenares más, muchas de ellas impartidas en actos en los que yo mismo he sido uno de los participantes. Conozco, por ello, a muchísimos conferenciantes. A veces pienso que no habrá muchas personas que conozcan a tantos conferenciantes como yo.
Entre los centenares de charlistas algunos, aunque muy pocos, me han parecido limitados. La mayoría son buenos: explican con solvencia temas de cierta dificultad. Y algunos son muy buenos. Estos últimos preparan con esmero sus charlas; cuidan hasta el último detalle.
Son de estilos muy diferentes, pero todos consiguen atrapar la atención del público, ese bien tan escaso y difícil de conseguir, y te mantienen en vilo hasta el final, haciendo que el tiempo no transcurra. Hacen comprensible lo difícil. Unos son reposados y reflexivos, van desgranando sus argumentos con una cierta morosidad; pero no aburren: lo que cuentan es muy interesante y de vez en cuando sorprenden con argumentos o relaciones inesperadas. Otros son brillantes; despliegan sus conocimientos mediante expresiones afortunadas y recurren con frecuencia a la paradoja y otras figuras expresivas de resultados sorprendentes; a menudo recurren al humor y a veces provocan. Otros son enérgicos, se entusiasman en su desempeño y consiguen que nada fuera de su discurso merezca la atención de los oyentes. Y otros tienen un sentido muy acusado del carácter escénico de su actuación: deciden con antelación qué dirán en cada minuto; la ensayan hasta el aburrimiento, y elaboran y estudian sus movimientos en el escenario, la tarima o el atril con todo detalle.
Hay un último grupo diferente. No sería de justicia decir que son mejores, porque esos a los que he hecho referencia en el párrafo anterior son verdaderamente buenos y están a un nivel que no admite comparaciones. Estos son especiales. No son enérgicos, no recurren al humor, no destacan por el uso de figuras expresivas efectistas; tampoco son de discurso moroso; ni se preparan para la interpretación como lo hacen actores y actrices, y si lo hacen, no lo parece. Estos destacan por su prosodia elegante, ritmo medido, entonación adecuada al ritmo, vocalización precisa y, muy especialmente, por el cuidado de la palabra, por el mimo con que la tratan. No son iguales: alguno es más proclive a la narración, otros parecen recitar y hay, incluso, quien declama, pero sus estilos no son puros. A veces al contenido expresado se superpone una sugerencia no declarada que complementa a aquel. Oírles, verlos en acción, es también una experiencia estética.
Me refiero a Ricardo Hueso, José Ramón Alonso, Deborah García Bello, Carlos Briones, Almudena M. Castro e Iñaki Úcar. Todos ellos tienen algo en común: practican alguna de las bellas artes a un nivel muy alto. Ricardo Hueso ha interpretado teatro; José Ramón, Deborah y Carlos son, además de excelentes conferenciantes, muy buenos escritores: da gusto leer sus textos. Los dos últimos escriben poesía y han visto publicada parte de su obra; Carlos, además, ha sido premiado por ello. Y tengo la sospecha, no la certeza, de que José Ramón también escribe (o ha escrito) poesía. Seguramente no es casual que Deborah, Carlos y José Ramón hayan recibido el premio Prismas por su obra de divulgación literaria. Y Almudena e Iñaki son excelentes músicos y tienen, ambos, un exquisito dominio del lenguaje.
Con esta anotación he querido esbozar una tesis, solo esbozarla. No pretendo demostrar nada, ni elevar a los citados a ninguna categoría especial a la que otros no tendrían (tendríamos) acceso; hay además muchos rasgos que diferencian a unos de otros. Simplemente he querido poner de manifiesto algo que no me parece casual, y es que el cultivo de (al menos) las expresiones artísticas citadas promueven una prosodia elegante y un discurso bello. La transmisión de conocimiento de esa forma adquiere una cualidad diferente, y a mí me gusta.
Para muestras, algunos botones:
Carlos Briones (1993): De donde estás ausente. Poesía Hiperión, Madrid (VIII premio de poesía Hiperión)
Carlos Briones (2002): Memoria de la luz. DVD ediciones, Madrid.
Deborah García Bello (2003): Megalomanía. Ediciones Vitruvio, Madrid.
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