La música parecía haber despertado en él el sentido del tiempo.

El tiempo, ese medio transparente en el que los hombres nacen, se mueven y desaparecen sin dejar rastro. En el tiempo nacen y desaparecen ciudades enteras. Es el tiempo el que las trae y el que las lleva.

En él se acaba de revelar una comprensión del tiempo completamente diferente, particular. Esa comprensión que hace decir: «Mi tiempo… no es nuestro tiempo».

El tiempo se cuela en el hombre, en el Estado, anida en ellos, y luego el tiempo se va, desaparece, mientras que el hombre, el Estado, permanecerá. El Estado permanece, pero su tiempo ha pasado… Está el hombre, pero su tiempo se ha desvanecido… ¿Dónde está ese tiempo? El hombre todavía piensa, respira y llora, pero su tiempo, el tiempo que le pertenecía a él, ha desaparecido. Pero él permanece.

Nada es más duro que ser hijastro del tiempo. No hay destino más duro que sentir que uno no pertenece a su tiempo. Aquellos a los que el tiempo no ama se reconocen al instante, en la sección de personal, en los comités regionales del Partido, en las secciones políticas del ejército, en las redacciones, en las calles… El tiempo solo ama a aquellos que ha engendrado: a sus hijos, a sus héroes, a sus trabajadores. No amará nunca, nunca a los hijos del tiempo pasado, así como las mujeres no aman a los héroes del tiempo pasado, ni las madrastras aman a los hijos ajenos.

Así es el tiempo: todo pasa, solo él permanece. Todo permanece, solo el tiempo pasa. ¡Qué ligero se va, sin hacer ruido! Ayer mismo todavía confiabas en ti, alegre, rebosante de fuerzas, hijo del tiempo. Y hoy ha llegado un nuevo tiempo, pero tú, tú no te has dado cuenta.

El tiempo, desgarrado en el combate, emergía del violín de madera contrachapada del peluquero Rubinchik. El violín anunciaba a unos que su tiempo había llegado, a otros que su tiempo se había acabado.

«Acabado, acabado…», pensó Krímov.

Fragmento de Vida y destino, de Vasili Grossman (Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores), pp. 55-56. Traducción del ruso de Marta Rebón (2007). ‘Vida y destino’ fue terminada por su autor en 1959, sacada de la URSS de forma clandestina y publicada en Suiza en 1980. En 1988 se publicó en la URSS. Su autor murió en 1964, sin saber si su obra llegaría a ser publicada.