Acabamos de saber que los vascos son vascos. Pero como donde las dan las toman, también acabamos de saber que los vascos, aunque lo sean, no lo son tanto ni desde tanto tiempo atrás como algunos pensaban. La vasquidad es un sinvivir.
Esto viene a cuenta de un estudio que se acaba de publicar en Current Biology, según el cual los vascos constituyen, en efecto, una singularidad genética, pero tal singularidad es tenue y tiene un origen muy reciente, en la Edad del Hierro, más o menos. No tan antiguo como en diferentes ocasiones se ha afirmado.
Advertencia: aunque pueda parecerlo, esta anotación no va de genética de poblaciones humanas.
Anteayer, comentando estas cosas en tuiter, puse un tuit que fue calificado (por @MarigortaLab) de injusto con los autores de la investigación. Fue este:
Sí, fue injusto. Los autores han hecho su trabajo, tratan de conocer la historia de las poblaciones humanas, y el trabajo que han hecho forma parte de ese intento. Y como fue injusto, pido disculpas por ello, pero me veo en la obligación de tratar de justificar, si tal cosa fuese posible, la injusticia.
Para unos cuantos físicos prestigiosos de la época, la física había llegado todo lo lejos que podía llegar a comienzos del siglo XX. Pocos años después, la relatividad y la mecánica cuántica transformaron radicalmente la disciplina. Dentro de un siglo otros modelos proporcionarán explicaciones mejores de la realidad que los que tenemos ahora, y quienes hoy sostienen que estamos cerca del final de la ciencia o, para el caso, de la física, serán recordados entonces por su predicción.
El conocimiento científico tiene estas cosas. No tiene vigencia infinita. Es más, la puede llegar a tener muy breve. La de los estudios genéticos de las poblaciones humanas puede llegar a ser especialmente fugaz. Eso es lo que debería haber escrito en el tuit, tratando de advertir a propios y, sobre todo, a extraños, de que lo mejor es tomarse esos estudios con mucha parsimonia.
Sin ir más lejos, en la introducción del mismo artículo donde se presenta el trabajo de marras se dice: “Although numerous studies have focused on the genetics of Basques, a lively debate on their population history is still ongoing.” (Aunque numerosos estudios se han centrado en la genética de los vascos, sigue habiendo todavía un vivo debate sobre su historia poblacional). Así pues, se sigue investigando sobre ese tema y los especialistas no se ponen de acuerdo. Yo, al menos, eso es lo que entiendo.
No soy especialista en genética; mis conocimientos sobre esta materia son superficiales. Pero me interesa la historia, en general, y la de las poblaciones humanas en particular. Por eso he leído algunas cosas y, cuando esas cosas tienen relación con aspectos de la fisiología humana, las he leído con mucha atención, frunciendo mucho el entrecejo.
Por si lo anterior fuera poco, mi departamento se llama “Genética, Antropología física y Fisiología animal”; quiere eso decir que llevo 40 años conviviendo con estudiosos de las poblaciones humanas, de la genética y de su historia. Y se quiera o no, es difícil no interesarse por lo que se tiene cerca. Y más difícil aún no enterarse de nada cuando a tu alrededor hay posters sobre las investigaciones en la materia y cuando has asistido a pruebas públicas (tesinas, tesis, ejercicios de oposiciones, etc.) en las que se han presentado esas investigaciones.
Mi primera lectura extensa sobre el tema fue el libro de Luigi Luca Cavalli-Sforza de 2000, Genes, pueblos y lenguas. Me abrió un mundo nuevo. Empecé a partir de entonces a leer libros de genética de poblaciones humanas. Cavalli-Sforza ha sido una figura referencial en este campo, pero su visión y su genio no contaron con la metodología de la que disponemos hoy para secuenciar genomas, no solo de individuos actuales, sino el antiguo, extrayendo ADN de materiales de decenas de miles de años de antigüedad.
Mi, por ahora, última lectura extensa ha sido el libro de David Reich, Who We Are and How We Got Here, de 2018. Este último me ha resultado especialmente esclarecedor. En más de un pasaje de su libro, Reich da cuenta de la revisión de ciertas nociones motivada por los progresos en la metodología utilizada en los análisis o porque cambiaban algunos supuestos de partida.
En medio de esas dos lecturas no me han resultado ajenos algunos estudios relativos a la población vasca y su historia. Lo que sigue no son sino algunos ejemplos (la lectura de este párrafo bien puede saltarse, porque no es central al asunto que nos ocupa). Así, en este se concluyó, en contra de lo que antes se pensaba, que los vascos no constituyen una singularidad genética. Ese mismo año, y en la misma revista, otros investigadores, entre los que había compañeros de mi departamento, publicaron otro estudio en el que llegaron a la conclusión de que los vascos constituyen un grupo homogéneo claramente diferenciable de las demás poblaciones europeas. En este otro, de 2009, se llegó a una conclusión similar acerca del origen de los varones vascos. Y en este de 2012, se nos dice que la ascendencia femenina se remonta a los tiempos anteriores al Neolítico y la llegada de los pueblos indoeuropeos al Occidente de Europa. A hace 5400 años remontan estos investigadores el origen de la población vasca. Y en 2019, un macroestudio concluyó que como mejor pueden describirse los vascos actuales (present-day Basques, en su artículo) es como una población de la Edad de Hierro que no ha experimentado las mezclas que después han afectado al resto de Iberia. Este es el afamado estudio que concluyó que hace unos 4000 años los pueblos procedentes de las estepas siberianas sustituyeron la práctica totalidad de los cromosomas Y. En otras palabras, que los Yamna se cargaron a casi todos los hombres de la Península Ibérica, o les impidieron procrear, porque los cromosomas Y que quedan de entonces son todos, al parecer, de origen estepario.
Por último, tenemos el trabajo que ha motivado esta anotación. La conclusión principal, como he dicho al principio, es que la diferenciación de los vascos es el resultado de su continuidad genética desde la Edad del Hierro. Antes todas las poblaciones peninsulares habrían sido muy similares. Y la singularidad genética actual habría sido el resultado del aislamiento de los vascos (y, por lo tanto, inexistencia de flujo génico) reforzado, quizás por la lengua: el euskera habría funcionado así como barrera lingüística que dificultó durante siglos el flujo de genes foráneos hacia la población vasca. Según estos investigadores la lengua habría actuado como factor de aislamiento de las poblaciones del entorno.
Como podrán suponer, dados mis escasos conocimientos de genética de poblaciones humanas, no valoraré los méritos y deméritos de estos trabajos. Supongo que el último es el que se ha hecho con más conocimiento y medios. Desde luego, es el que más marcadores genéticos ha utilizado y, si no me equivoco, el más completo. Por lo tanto, habrá quien piense que este es “el bueno” y que las conclusiones a que han llegado sus autores, “las correctas”.
Yo simplemente no lo sé. Tiendo a pensar que de la misma forma que Michelson se equivocaba en 1894 cuando afirmaba que ya se sabía casi todo lo que había que saber en Física, sospecho que estamos aún lejos de conocer bien la historia de las poblaciones humanas. Al fin y al cabo, en el corto espacio de una década, no han dejado de obtenerse conclusiones bien diferentes, contradictorias incluso.
Por eso reacciono con irritación a la seguridad con la que se expresan algunos de los autores de estos trabajos cuando intervienen en medios de comunicación. Lo hacen como si sus conclusiones fuesen ya la versión definitiva, la canónica, la verdadera.
Y por si eso fuese poco, me enoja el tufo ideológico que ciertos medios de prensa dan a estas informaciones.
Hace una década, un estudio sobre la genética de las poblaciones europeas dio lugar, en la prensa vasca, a un debate colorido acerca de la existencia y antigüedad del pueblo vasco. Varios columnistas y tertulianos de orientación antinacionalista expresaron su regocijo por entender que el trabajo en cuestión impugnaba cualquier pretensión de corte nacionalista. Se producía así una curiosa paradoja. Quienes habían venido criticando con más acritud el recurso a una supuesta singularidad genética vasca para justificar la legitimidad de los proyectos políticos nacionalistas, no tenían ningún empacho en recurrir a la supuesta ausencia de tal singularidad para tratar de socavar sus fundamentos. La marea, al parecer, sube o baja dependiendo de si las investigaciones avalan la diferencia o la desmienten.
Es ridículo, claro. Y más ridículo aún si reparasen en el hecho de que cuando en estos estudios se habla de basques, se refieren a personas que, o bien tienen ocho apellidos vascos o sus cuatro abuelos proceden en la misma comarca que ellos. En la práctica viene a ser lo mismo. En otras palabras, cuando se habla de vascos no se habla, en realidad, de quienes vivimos en Vasconia hoy, sino de un subgrupo de los que vivieron hace unos sesenta años o antes. Y en el caso que nos ocupa hoy, a personas que hablan euskera.
Es comprensible que los estudios se hagan así y, de hecho, ese dato se ofrece en los artículos originales. Lo que me gustaría es que, cuando se expresan o tratan de estos temas en medios de comunicación, ese elemento no se hurtara a la audiencia. Muchos miles de vascos, entre quienes me encuentro, sabrían que cuando en esos estudios tratan de los basques podemos, con toda razón, no darnos por aludidos: no se refieren a nosotros.
4 Comentarios En "La vasquidad (genética) es un sinvivir"