Conjeturas


Covid-19

¿Apocalipsis o cambio de paisaje adaptativo?

2020-11-12 2 Comentarios

Un paseo por el centro de Bilbao basta para comprobar que la pandemia ha tenido efectos devastadores sobre el pequeño comercio. Hay muchos locales con el letrero “se vende” o “se alquila” en el escaparate, y las restricciones al desplazamiento desde otras localidades quizás obliguen a otros a cerrar. El cierre de la hostelería decretado hace una semana, aunque se concedan ayudas, tendrá también consecuencias. Lo que vemos en Bilbao está ocurriendo en muchos lugares del mundo; no somos una excepción.

No se trata solo de los negocios pequeños. Hay sectores completos, grandes empresas, en dificultades. Los grandes turoperadores, compañías aéreas y emporios hoteleros en muchos destinos turísticos, por ejemplo, están en una situación difícil.

En la naturaleza, cuando cambian las condiciones ambientales, las poblaciones que ocupan nichos muy específicos sucumben si las nuevas condiciones no se asemejan a las del suyo. Ya no dejarán descendientes que transmitan su información genética a las siguientes generaciones. Esos linajes se extinguirán.

Ahora bien, si las nuevas condiciones expanden ciertos nichos, las poblaciones que los ocupen serán las que proliferen. Dejarán más descendencia y habrá cada vez más ejemplares con la información genética de sus progenitores o antecesores.

Algo parecido ocurre con las actividades económicas. Los negocios preadaptados a las condiciones que propicia la pandemia, medrarán. Amazon, por ejemplo, es un negocio “preadaptado” a las condiciones pandémicas, porque el reparto a domicilio de sus productos no se interrumpe. Telepizza es otro, por lo mismo.

Otros también sobrevivirán e, incluso, podrán florecer, si son capaces de adaptarse a las nuevas condiciones con la suficiente celeridad. Casi medio año después, al volverse a implantar limitaciones a la movilidad y, por lo tanto, al comercio, y al cerrarse los negocios de hostelería para el servicio en el local, muchos negocios vuelven a sufrir los efectos de las restricciones. Pero algunos han reaccionado. Las librerías se han asociado para ofrecer un servicio de venta a distancia y reparto domiciliario; emulan el modelo de Amazon para competir con reglas similares. Y muchos negocios de hostelería han optado por servir comida para llevar a casa.

Cuanto más tiempo pase sin encontrar terapias efectivas –vacunas o tratamientos eficaces- para la covid, de forma más intensa se manifestarán los fenómenos citados. He puesto dos ejemplos que me resultan familiares –hostelería y librerías- y que, dejando aparte la alimentación y el vestido-, son los “lujos” a los que más me costaría renunciar, porque son esas pequeñas cosas que hacen de mi vida una experiencia gratificante. Y hay más sectores a los que podría aplicarse la misma o similar lógica.

John Gray, en un miniensayo publicado el pasado mes de mayo, decía que “uno de los significados de apocalipsis es el paso repentino a una situación hasta entonces inimaginable”. ¿Estaremos, quizás, experimentando un apocalipsis? Lo cierto es que nadie podía haber imaginado hace tan solo un año hasta qué punto iban a cambiar nuestras vidas en un espacio tan corto de tiempo. Si un observador externo comparase cómo vivíamos en noviembre de 2019 y cómo vivimos ahora, lo que seguramente destacaría es que pasamos mucho más tiempo en nuestras casas. Y quizás este no sea un estado tan efímero como pudiera parecer. Hay quienes piensan, de hecho, que la era de la vida hogareña no ha hecho más que empezar.

En el ámbito educativo, a pesar de la gran importancia que atribuimos al aprendizaje y convivencia en aulas y patios, el concurso de los sistemas telemáticos se ha generalizado a una velocidad que no sospechábamos. Y parte de todo eso perdurará, más cuanto más alto sea el nivel educativo. Las universidades quizás no vuelvan a ser las mismas.

El teletrabajo es ya mayoritario en muchos sectores; hoy he sabido que uno de los edificios de oficinas más emblemáticos de Bilbao atraviesa una crisis a la que sus responsables no ven un final a corto plazo, porque muchas de las oficinas allí instaladas se han trasladado, en la práctica, a los domicilios de los empleados. Por supuesto, las reuniones de trabajo cara a cara prácticamente han desaparecido.

La atención sanitaria se presta a distancia en una medida creciente. Durante 2020 mis visitas al Centro de Salud han sido para sacarme sangre; todas las consultas, hasta la fecha, han sido telefónicas. La pasada semana una llamada y una foto con el móvil ahorró la visita de un familiar al dermatólogo.

El cine y las series en casa ya eran una realidad, pero lo serán cada vez en mayor medida. Los museos se vacían y las visitas virtuales se hacen cada vez más atractivas. Multitud de cursos se pueden seguir desde casa en ámbitos tan dispares como la cocina, la caligrafía, la danza o la actividad física. Desde hace mucho tiempo se podía asistir a la celebración de la misa desde el hogar a través de la televisión, pero este año hemos llegado a ver al Papa oficiando a distancia en solitario; más allá de si se trata de un hecho excepcional o puede acabar convirtiéndose en algo frecuente, tuvo un fuerte carácter simbólico. Y ahora, hasta nos tomamos el vermú de los sábados y el juevintxo con los amigos a través de jitsi.

Todo esto constituye un incentivo fortísimo para que las compañías del sector telemático inviertan y ofrezcan una calidad que hagan lo más satisfactoria posible la experiencia. De esa forma la demanda de sus servicios aumentará y se generará un círculo virtuoso que, mediante retroalimentación positiva, acelerará el proceso. Si algunas de estas tecnologías se encontraban atravesando el llamado «valle de la muerte» (3ª acepción aquí), lo sucedido probablemente las haya impulsado hacia adelante y haya evitado su desaparición.

El fenómeno que he descrito en el párrafo anterior tiene precedentes, aunque no a escala global. Raúl Rivas González, escribe en The Conversation que el síndrome respiratorio agudo provocado por el SARS-CoV –el coronavirus detectado por primera vez en 2002 en Guangdong, China– provocó que el gobierno de aquel país impusiera cuarentenas y aislamiento a gran parte de la población, lo que impidió las prácticas comerciales habituales. Como consecuencia, algunas empresas comenzaron a fomentar el comercio electrónico. El negocio de la plataforma Alibaba creció un 50%; la compañía lanzó Taobao que en apenas dos años superó a eBay, se convirtió en líder del mercado chino y facilitó el desarrollo del comercio electrónico.

Cuanto más tiempo pase sin hallar una solución satisfactoria a la covid19, con más fuerza actuarán los incentivos y más intensa será la transformación. Pero incluso con la experiencia vivida hasta la fecha, ya se dan las condiciones para transitar a una forma de vivir que, sin ser nueva, tiene ya gran impacto en nuestras vidas.

Tardaremos en olvidar estos meses o años. El miedo al contacto físico no desaparecerá con facilidad, y las distancias entre personas pasarán a ser casi espontáneas (de hecho ya lo son en gran medida). No nos adaptaremos con facilidad a las grandes aglomeraciones. En el hogar encontraremos el cobijo que el mundo exterior no nos ofrece. Y encontraremos algo más: muchos y buenos servicios que harán la vida hogareña más gratificante de lo que había sido.

John Gray añadía en su escrito que “En realidad, la historia está llena de interrupciones en las que lo que se había ganado se pierde irremediablemente. Ya sea por una guerra, una revolución, una hambruna o una epidemia —o una combinación mortal de todas ellas, como en la guerra civil rusa—, la desaparición repentina de un modo de vida es algo frecuente. Desde luego, hay periodos de mejoras graduales, pero no suelen durar más de dos o tres generaciones. El progreso se lleva a cabo en los interludios, cuando la historia está en reposo.” Y acaba diciendo que “Lo que están experimentando no es nada nuevo. La historia es una sucesión de apocalipsis de este tipo y, de momento, este es más suave que la mayoría.”

Me interesa el pensador británico porque, aunque se encuentra en las antípodas de mi visión del mundo y de la historia, siempre aporta puntos de vista originales y sugerentes. En este caso, lo que para él es un interludio entre interrupciones, para mí es el tiempo durante el que maduran las ideas y tecnologías que más adelante pueden propiciar un verdadero cambio, una disrupción.

Nos encontramos, en mi opinión, ante una variante de la noción biológica del paisaje adaptativo dinámico (perdón por una terminología tan técnica), pero una variante en la que el cambio se produce a gran velocidad. Es una situación en la que “el paisaje”, o sea, las presiones selectivas que actúan sobre las poblaciones, se modifican muy rápidamente. Pues bien, ante ese cambio, habrá entidades o formas de funcionar (de instancias varias) e, incluso, formas de vida, que tendrán la agilidad, flexibilidad o inteligencia que les permitan adaptarse y sobrevivir o medrar. Otras, sencillamente, sucumbirán.

Dicen que la peste, al socavar las bases económicas del feudalismo del Medioevo, propició la llegada del Renacimiento y de la Ilustración temprana. No sé hasta qué punto operó esa relación causal, pero si así fue, sería un ejemplo de la idea que quiero expresar. La covid19 está socavando las bases de ciertas formas de trabajar, de ciertos negocios, de ciertas formas de vivir. Quizás se esté alumbrando algo nuevo, no tan diferente de lo anterior como algunos temen y otros desean (aunque nadie sepamos, realmente, en qué consistirá), pero que cambiará la forma en que estamos en el mundo.

En lo que a mí respecta, me conformo con que permanezcan los bares, los restaurantes y las librerías. También me gustaría poder viajar a Asturias y a Galicia un par de veces al año, al menos. Y por supuesto, deseo que el dolor y la merma de bienestar que provoque la pandemia sean lo más pequeños posible.



2 Comentarios En "¿Apocalipsis o cambio de paisaje adaptativo?"

  1. Luis Pereda Ortiz del Río
    2020-11-13 Responder

    Texto muy interesante, de verdad. Hubiera servido a la perfección para centrar a los intervinientes en alguno de aquellos debates de “La Clave”.
    Si el tratamiento de choque de esta pandemia durase muchos más meses, entonces tus “conjeturas” podrían adquirir un mayor grado de verosimilitud, creo yo.
    En mi opinión, se podrían añadir a este magnífico texto conjeturas relacionadas con el orden mundial: ya sea el devenir de la globalización, la función y credibilidad de la futura clase política, los nuevos equilibrios políticos y comerciales, las consecuencias para la superpoblación mundial … hasta incluso para el funcionamiento y organización de las aplicaciones científicas.
    Me ha parecido un texto muy sugerente y muy bien escrito. Me permito meter la pata y apuntar mi desafecto mental con esta forma de razonar: “Dicen que la peste, al socavar las bases económicas del feudalismo del Medioevo, propició la llegada del Renacimiento y de la Ilustración temprana. No sé hasta qué punto operó esa relación causal, pero si así fue, sería un ejemplo de la idea que quiero expresar.”
    Un respetuoso saludo de alguien que te sigue y te admira.

  2. yolanda garcia granados
    2020-11-13 Responder

    ..."He puesto dos ejemplos que me resultan familiares –hostelería y librerías- y que, dejando aparte la alimentación y el vestido-, son los “lujos” a los que más me costaría renunciar, porque son esas pequeñas cosas que hacen de mi vida una experiencia gratificante"...
    ¿De verdad estos son los lujos a los que te costaria renunciar y hacen tu vida mas gratificante?, ¿hosteleria y libros?. ¿Donde quedan las relaciones sociales? y no me refiero a las relaciones muy alejadas, si no a aquellas que nos las han limitado inhumanamente. No poder visitar a familiares ingresados por el sindrome COVID19 y que se encontraban en su lecho de muerte. No poder visitar a los aitites y amamas en las residencias en las que han estado aislados y encerrados y seguro que estaran en el futuro proximo dada la mala gestion de nuestros politicos y cientificos a las ordenes de estos.
    El humanismo ha sido el gran derrotado por el COVID19.
    Que lastima de sociedad hacia la que nos llevan en la que se limitan los abrazos y los besos. Los intelectuales antaño eran los adalides de la libertad y los valores humanizadores. ¿Donde estan?, en silencio o amordazados, y no se que es peor de ambas opciones.
    Seguir escupiendo al cielo que nuestros hijos y nietos nos juzgaran en el tiempo, siempre que ese globalismo al que nos llevan no termine tambien con su sentido critico y los conviertan en robots al servicio de "esa nueva sociedad".
    La censura mediatica e intelectual de las voces disidentes al discurso oficial nunca ha llevado a nada bueno y es lo que claramente esta sucediendo, ¿no crees?... REFLEXIONEMOS


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