Alegoría de la desposesión
Hemos salido a la calle esta tarde, víspera del día de los difuntos, y nos hemos encontrado la plaza en la que vivimos llena de gente disfrazada. El maquillaje quiere imitar calaveras. Visten túnica negra y llevan guadaña. El Haritzpe, el bar del que somos parroquianos, está atestado de gente. Aunque los carteles municipales nos dicen, en vasco, que hoy es la víspera del día de los muertos, celebran Halloween, la fiesta importada. Han ocupado la plaza en la que vivimos, hacen de la experiencia cotidiana en nuestro local pub un pequeño tormento. Decidimos recogernos enseguida.
Los efectos de la edad son demoledores. Al menos para mí lo están siendo. Me he convertido en un cascarrabias. Veo descomponerse mi mundo, observo cómo se desmorona. Y no lo soporto. Los que eran mis lugares dejan de serlo. Y lo más grave, lo peor, es que no me considero ajeno a este estado de cosas. Es mi entorno humano, mi gente, mi generación, la que ha tomado las decisiones que han hecho que mis paisajes cada vez sean menos míos.
Estoy siendo desposeído de mi mundo, de algo que creía mío. Era una propiedad comunitaria, colectiva. Uno de las pocas facetas de mi vida en la que prescindía de mi individualismo radical. Pero aunque fuera de forma compartida, eso que veo difuminarse, antes era mío. Y siento que lo está dejando de ser. La perspectiva de esa pérdida, la mera idea, se me hace intolerable.
Al bajar de casa a la plaza la visión de toda esa gente con los disfraces grotescos de la muerte me ha resultado tan ajena, que en ella he visto representado de forma alegórica el despojo al que me siento sometido. Difícilmente podía encontrarse una metáfora mejor.
1 Comentario En "Alegoría de la desposesión"