La mayor parte de las personas que conozco son o se consideran de izquierda. Creen, además, que la gente de izquierda es más moral que la de derecha, en otras palabras, que son mejores personas. Ni que decir tiene que este pensamiento resulta de lo más confortante.

Sí, esta anotación va de moral e ideología, y consiste en un resumen muy sucinto de la Teoría de los Fundamentos Morales (MFT por sus siglas en inglés) desarrollada en las dos primeras décadas del siglo XXI por Jonathan Haidt y colaboradores a partir de estudios anteriores de otros psicólogos sociales.

La teoría se fundamenta en la noción de que los sentimientos o intuiciones morales son rasgos psicológicos que han sido seleccionados en el curso de nuestra evolución porque han favorecido la permanencia en el tiempo del grupo al que pertenece cada individuo y, en consecuencia, la de su linaje.

De acuerdo con la teoría, hay una serie de sistemas psicológicos en el núcleo de nuestra ética intuitiva. Y sobre ellos, sobre esos sistemas, las culturas generan virtudes, narrativas e instituciones. De estas surgen las creencias morales que hay en el mundo. Esos sistemas y creencias morales tendrían, según la teoría, valor adaptativo, porque servirían para promover la cooperación y, así, facilitar la supervivencia y reproducción y, por lo tanto, el éxito evolutivo.

Esta teoría ha servido a sus proponentes para identificar, a partir de sus fundamentos, las intuiciones morales que caracterizan a las personas de diferentes ideologías. Esto es, esos fundamentos no influyen de la misma forma en los códigos morales de unas personas y otras y, aunque, lógicamente, hay una gran diversidad, sí se pueden atribuir en mayor medida unos fundamentos a las personas conservadoras y otros a las progresistas.

En su versión original, los proponentes identificaron cinco fundamentos de la moral, v.g. el cuidado, la ecuanimidad (fairness), la lealtad al grupo, la autoridad y la pureza.

El cuidado como fundamento, se habría desarrollado como consecuencia de la existencia de sistemas de apego y la capacidad para sentir el dolor de los otros. Este fundamento, muy desarrollado en los mamíferos en general, está en la base de virtudes tales como la amabilidad, la gentileza y la dedicación a la crianza.

La ecuanimidad está relacionada con el altruismo recíproco. Sus virtudes subyacentes son el deseo de justicia y de derechos.

La lealtad al grupo es un fundamento que proviene de las sociedades tribales de nuestro pasado prehistórico. Se activa en situaciones en las que la pertenencia al grupo adquiere relevancia. Las virtudes subyacentes son el patriotismo y el autosacrificio en favor del grupo.

La autoridad tiene raíces más profundas. Está moldeada por la larga historia primate de interacciones sociales jerárquicas. Las virtudes subyacentes son el liderazgo y la disciplina, e incluyen la deferencia para con las figuras de autoridad, las personas prestigiosas y el respeto de las tradiciones.

La pureza es un fundamento moldeado por la psicología de la repugnancia y la contaminación. Subyace a la idea generalizada de que el cuerpo es un templo que puede ser mancillado. El origen de esta intuición es claramente biológico, relacionado con la protección frente a materiales degradados o corrompidos, y por tanto, fuente potencial de patógenos. Pero se habría producido una traslación o transferencia al ámbito de las relaciones sexuales (peligrosas en caso de practicarse con personas desconocidas), y de este a otras actividades ya de carácter social. Se encuentra en la base de virtudes tales como la autodisciplina, la mejora personal, la naturalidad y la espiritualidad.

En las primeras formulaciones de la teoría, la ecuanimidad (fairness) aparecía sesgada hacia la equidad, un principio característico de las personas de izquierda, pero posteriormente, los proponentes se dieron cuenta de que también se entendía como proporcionalidad, un principio aceptado de forma similar por todo tipo de personas, pero en mayor medida por personas de derecha. Decidieron, en consecuencia, separar los dos fundamentos.

La equidad tiene su origen en intuiciones favorables al trato igualitario, a similar status para todos los individuos del grupo. La pulsión igualitaria habría surgido o se habría reforzado con la configuración de grupos humanos (o prehumanos) tras la separación de nuestro linaje del linaje chimpancé, cuyas estructuras sociales son muy jerárquicas.

La proporcionalidad hace referencia a las intuiciones acerca del valor de las recompensas que se pueden obtener en función de los méritos o contribuciones de cada miembro del grupo.

Aunque equidad y proporcionalidad son o parecen ser contradictorios –y, de hecho, hay ciertas diferencias entre su preferencia por personas de distinta orientación ideológica– lo cierto es que tengo la impresión de que, en cierto grado, todos apreciamos una y la otra sin ser muy conscientes de la contradicción. Tendemos a querer que se recompense a quien más aporta y, a la vez, no nos gusta el trato desigual, porque en muchas ocasiones entendemos que lo que aporta cada uno está muy condicionado por sus circunstancias particulares. También es cierto que las preferencias dependen de si es uno mismo quien es tratado de forma diferente o igualitaria.

Hasta aquí los fundamentos para los que los autores dicen haber hallado soporte empírico sólido. Pero sugieren que hay evidencias para proponer fundamentos morales adicionales. Los presento a continuación.

Libertad. Se basa en los sentimientos de rechazo de la gente hacia aquellos que los dominan o limitan su libertad. Es, hasta cierto punto, contrario al fundamento de la autoridad.

Honor es un fundamento que tiene su origen en el amor propio y en la reputación y la valoración que los demás hacen de uno.

Propiedad, cuya intuición subyacente es el deseo de que las posesiones de cada uno sean respetadas. Se trata de una intuición propia también de otros animales y está considerada una estrategia evolutivamente estable.

El equipo de Haidt ha hallado que los progresistas son más sensibles al cuidado y la equidad, y menos a la pureza, la autoridad y la lealtad al grupo; que los conservadores lo son en similar medida a todos los fundamentos; que los libertarios son más sensibles a la libertad y a la propiedad, y menos a la pureza, autoridad y lealtad al grupo (en esto se asemejan a los progresistas).

Esto tiene interés académico, y si se acepta su validez, también podría tenerlo práctico. Normalmente, denostamos las opciones ideológicas que no son las nuestras, y atribuimos a quienes las profesan motivaciones egoístas o malvadas, cuando, en realidad, lo que ocurre es que los fundamentos de la moral de los otros son diferentes de las nuestras. Recuerden lo dicho al comienzo acerca de lo que piensan muchas personas de izquierda que conozco.

La Teoría de los Fundamentos Morales ha recibido críticas desde diferentes ángulos y yo, como lego, no me atrevo a pronunciarme acerca de su validez, pero lo cierto es que las correspondencias ideológicas de los fundamentos me resultan convincentes porque encajan en la forma en que interpreto el comportamiento y los valores de las personas de diversas ideologías que conozco.

Si tiene usted interés en saber más sobre esta teoría, puede, o bien seguir los enlaces incluidos o leer el libro de Jonathan Haidt The Righteous Mind (La mente de los justos).