Crónica de un despropósito en diez capítulos y una conclusión
Capítulo primero:
La empresa AstraZeneca produce una vacuna, a partir de la tecnología desarrollada por un grupo de la Universidad de Oxford, para cuyos ensayos clínicos no se ha contado con un número suficiente de personas de más de 65 años. Esa insuficiencia impide saber si para los mayores de esa edad es tan eficaz y segura como para los menores.
Capítulo segundo:
Varios países europeos, como Alemania, deciden por ello administrarla solo a las personas menores de 65 años y vacunan, en primer lugar, a las pertenecientes a colectivos de alto riesgo y de profesiones más expuestas al contagio. En España, por razones que nadie ha explicado aún de forma convincente, se decide vacunar a personas menores de 55 años. Esa decisión se toma a pesar de que la probabilidad de morir por covid19 empieza a elevarse de forma significativa por encima de los 60 años de edad.
Capítulo tercero:
Se detecta una posible asociación entre ciertos tipos de trombos y la administración de la vacuna. No sabemos si tal asociación existe y, de existir, si se debe a un efecto de la vacuna. Lo que sí sabemos es que los fallecimientos debidos a esos trombos afectarían, si acaso, a una o, como mucho, dos personas por millón vacunadas. Los trombos se producen en gente relativamente joven. La probabilidad de morir para quien se contagia de covid19 a las edades en que los trombos ocurren es de uno por mil (mil en un millón) aproximadamente.
Capítulo cuarto:
Dos o tres países europeos deciden suspender la vacunación. Horas después son 20 los países que toman esa misma decisión, España entre ellos. Esgrimen el principio de precaución, pero lo aplican mal, porque en virtud de ese principio no debe hacerse algo o debe dejar de hacerse cuando la información con que se cuenta no permite valorar la magnitud del daño que se puede derivar de hacer una cosa o la otra. Pero en este caso, se disponía de la información relativa al balance de daños, que es la relevante para tomar la decisión.
Las autoridades no quisieron causar un mal por comisión (vacunar) que era, además, fácilmente cuantificable; optaron, en cambio, por causar otro mal, este por omisión (no vacunar), de muy superior magnitud aunque difícilmente cuantificable. Además, con su decisión socavaron de forma grave la confianza del público en la vacuna de Oxford-AstraZeneca y en las vacunas en general, lo que puede conducir a muchas personas a no querer vacunarse. Omito las consecuencias, por obvias, de ese hecho.
Capítulo quinto:
La Agencia Europea del Medicamento, el ente regulador que había dado el visto bueno a la vacuna y cuyos dictámenes son seguidos por los países para contar con un criterio unificado acerca de la idoneidad de los fármacos, se reafirmó el lunes 15 en que los números eran muy favorables a mantener la vacunación y que la suspensión no se justificaba. El jueves día 18 lo volvió a hacer.
Capítulo sexto:
El jueves casi todos los países europeos rectifican y deciden retomar la vacunación. Francia lo hizo el mismo viernes. Suecia, Dinamarca y Noruega deciden mantener la moratoria. Hay que decir, no obstante que en esos países, con la excepción parcial de Suecia, los casos de covid19 y los muertos por esa causa son bastante menos que en Europa continental, por lo que el balance entre posible daño y beneficio no está tan claro. En Suecia son, en todo caso, muy inferiores a los de España, Bélgica (que no ha dejado de vacunar en ningún momento) o Italia. El Reino Unido, por su parte, ha administrado esa vacuna a más de diez millones de sus ciudadanos y no ha dejado de hacerlo en ningún momento.
Capítulo séptimo:
España comunica que retomará la vacunación el miércoles 24. Miles de ciudadanos vivimos atenazados por la incertidumbre de no saber cuándo seremos vacunados o serán vacunadas las personas que amamos, y angustiados, temiendo por sus vidas. Pero eso parece no ser lo suficientemente importante como para adelantar la reanudación de la vacunación al mismo viernes.
La razón del retraso obedece, al parecer, a la complejidad y lentitud del procedimiento a seguir para tomar estas decisiones. Se requiere el concurso de diversos órganos técnico-administrativos porque, al parecer, los responsables sanitarios se proponen modificar las indicaciones de la vacuna.
Capítulo octavo (o segundo bis):
En efecto, parece ser que han decidido modificar el intervalo de edades para el que la vacuna de Oxford-AstraZeneca está indicada. Ya no van a vacunar a las personas más jóvenes porque es en ellas donde se están produciendo los trombos que condujeron a la suspensión. A cambio, se proponen vacunar hasta los 65 años porque esa era la edad por debajo de la cual la vacuna contaba con las debidas garantías…. ya hace dos meses.
Capítulo noveno:
Hoy sabemos que la efectividad de la vacuna es muy alta (80%) en personas mayores de 65 años. A las autoridades sanitarias españolas esto parece no importar. Podrían, quizás, llegar a los 70 o 75 años con la vacuna de marras. Acabarían antes así de proteger a las personas que más riesgo corren por no estar inmunizadas. Hace meses hubiera pensado que hay sólidas razones para no hacerlo. Después de lo visto estos días, dudo mucho que haya razones de peso.
Capítulo décimo:
Mañana se reanudará la vacunación con Oxford-AstraZeneca. Se habrán emitido los informes necesarios. Se habrán reunido las comisiones, comités, y consejos competentes. Y tomarán una decisión que estaba ya prefigurada el mismo día de la suspensión. Se habrán perdido nueve preciosos días. Perdido, sí, porque entre una y dos de cada mil personas que se contagien en un intervalo de nueve días (cuya ubicación en el tiempo no puedo precisar) en las próximas semanas, morirán. No cabe hablar aquí de acelerar ahora para recuperar el tiempo perdido, porque esas personas no recuperarán su vida, la habrán perdido irremisiblemente.
Conclusión:
Quienes han tomado las decisiones que han conducido a ese desenlace no viven en el mundo de los ciudadanos de a pie, los que estamos angustiados por nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Viven en otra realidad. Quizás por eso no se percatan de algo obvio (y sí, hay unas pocas, muy pocas, cosas obvias): es obvio que lo primero es la salud y la vida.
Los procedimientos están lejos del primer lugar en la clasificación de la importancia. Por supuesto que son importantes. Están para gestionar las situaciones normales o las anormales que se han previsto. Lo que no puede ser es que se pongan en riesgo vidas humanas porque haya que cumplir con los procedimientos. En este caso, el cumplirlos no salva vidas. La norma se hizo para la gente, no la gente para la norma.
En el caso que nos ocupa, lo lógico, lo racional, lo humano, lo sensible, lo compasivo, lo acertado, lo esperable, lo OBVIO era reanudar la vacunación con las personas que debían haber sido vacunadas la tarde del día que se suspendió y hacerlo siguiendo las mismas indicaciones. Y luego, si debían cambiarse aquellas y vacunar a gente, eso debía haberse decidido después de retomar la vacunación, no antes. No haberlo hecho así no tenía sentido y suponía, en la práctica, supeditar la salud y la vida de las personas al cumplimiento de unos formalismos que puede que tengan su sentido en condiciones normales, pero que devienen grotescos cuando cada día mueren del orden de 200 personas por culpa de la enfermedad para la que se quiere vacunar.
Definitivamente, viven en otra realidad.
Estrambote:
Es posible que esté equivocado. Es posible que no haya tenido en cuenta algo esencial, algún punto clave, una razón de fuerza mayor que no he sabido ver. Es posible. Me gustaría que así fuera. Y me gustaría conocerla.
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