Mis amigos los berberechos, y los mejillones
Creo que era octubre de 1983 cuando nos dirigimos por primera vez a un arenal en la Ría de Mundaka, Bizkaia, en busca de berberechos. Un año antes había terminado los estudios de biología y por aquella época el Gobierno Vasco me concedió una beca para hacer la tesis. Durante tres años estudié la biología de esos deliciosos moluscos de concha rayada y color de arena. Y me doctoré.
Gracias a esos mismos bivalvos obtuvimos dinero para investigar. Un organismo dependiente del gobierno español que se llamaba CAICyT (Comisión Asesora para la Investigación Científica y Técnica) decidió que merecía la pena dedicar recursos a investigar sobre la alimentación, el metabolismo y el crecimiento de los berberechos. Empezaron a llegar los resultados. Y con ellos, los viajes. A Plymouth, en el sur de Inglaterra, en primer lugar; luego a la Bahía de Marennes-Oléronn, cerca de La Rochelle, en la costa occidental de Francia. Y en el sur de los Países Bajos también recalamos, en la zona de Middelburg. Fuimos a Galicia, aunque allí, en realidad, trabajamos con mejillones, y lo hacíamos en las mismas bateas en las que se cultivan. Estudiábamos su alimentación y su metabolismo. Aprendimos mucho. Y sobre todo, hicimos buenos amigos.
Como muchos otros moluscos, los berberechos y, sobre todo, los mejillones, tienen mucha importancia económica en zonas muy concretas. Las rías bajas gallegas son una de esas zonas. Por eso importaba investigar aquellas cosas. Aunque nosotros no lo hacíamos por eso. Nos interesaban porque los bivalvos, por su modo de alimentación[1] son modelos animales ideales para contrastar ciertas predicciones teóricas. Aunque no lo parezca, casi todo lo que sé sobre evolución y adaptaciones biológicas lo aprendí con estos animalitos. Y también aprendimos que las poblaciones naturales y los cultivos de bivalvos ejercen un efecto impresionante sobre los ecosistemas de los que forman parte. Son agentes biogeoquímicos de primera magnitud.
Investigamos, aprendimos, viajamos, hicimos amigos e hice una carrera académica. Siempre digo que los berberechos y los mejillones me hicieron catedrático. Y me dieron una parcela de felicidad que recuerdo con mucho cariño. Profesionalmente soy lo que soy gracias a ellos. Pero andando el tiempo, empujado seguramente por una propensión a experimentar, decidí cambiar de vida y todo aquello se acabó. No tiene sentido enjuiciar las decisiones del pasado, porque cuando se toman no se dispone de la información con la que se cuenta después, y porque en estas situaciones no hay contrafactuales posibles. No hay forma de saber cómo habrían ido las cosas de haber seguido viajando detrás de los bivalvos por otras latitudes. Así que nunca sabré si obré bien o mal, aunque al respecto tengo alguna sospecha.
Lo que sí sé es que aquellos fueron años maravillosos, intelectual y humanamente muy gratificantes. Guardo un magnífico recuerdo del periodo que va de 1984 a 1999. Y parte de la culpa la tienen esos deliciosos moluscos, esos berberechos y mejillones que vendía Molly Malone, por las calles de Dublín, hasta que murió víctima de la enfermedad.
¡Ah! Y no os perdáis el video.
[1] Bombean y filtran agua de manera permanente y comen las partículas microscópicas que quedan retenidas en sus branquias
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